NUNCA ES TARDE PARA AMAR de Gianni Di Gregorio
¿UN NUEVO NEORREALISMO?
Entre al cine con bastante poco entusiasmo y salí muy
contento. Algo está pasando en el cine mundial. Netflix y similares se están
metiendo en la casa de cada uno de nosotros con cierto poder monopolista
tratando de satisfacer de distraernos de la ansiedad que transmite la vida real
con sus innumerables problemas diarios.
Ello lleva a la elección pasatista. Es como tomar una
aspirina sin consultar al médico cuando duele la cabeza. Si el dolor
desaparece, no hay problemas, pero si sigo con la aspirina, seguramente no curare la enfermedad. El cine italiano ha
detectado el problema antes que nadie, incluido, sobre todo, al cine americano.
La caída en interés temático que evidencia este último cine es indirectamente
proporcional al que pone el cine europeo, y dentro de ese bagaje de países, el
cine italiano sobresale con una producción no muy numerosa pero ciertamente
interesante.
Los italianos están haciendo renacer un nuevo realismo
que se ha puesto a la cabeza del cine mundial con obras que hacen pensar en un renacimiento
del realismo, particularmente social, que saca ventaja artística tanto del
resto de los cines europeos, pero sobre todo, del americano, que niega su
herencia histórica tratando de liderar con las nuevas formas ahogándose en la
vulgaridad de la producción televisiva.
Nunca es Tarde … es el título con que se ha dado a
conocer en Argentina “Astolfo”, un nombre que alude al protagonista,
un profesor jubilado que debe abandonar el
departamento que habita porque su dueña lo necesita. Por lo tanto, regresa a la
casa de su madre en Artena, el pueblo donde nació. Ahí ese hombre es el último descendiente de la
familia fundadora del pueblo y dueño de un ruinoso palacio desocupado por
bastante tiempo, donde se ha instalado uno de los vecinos del pueblo. El hombre
termina compartiendo la casa, donde primará un espíritu colectivista.
Más allá del costumbrismo italiano, este
título junto a otros conocidos en los últimos meses, muestran esas ganas de
hacer cambiar el cine, dar un paso adelante, encontrar ese mañana que hoy busca
el cambio para no quedar en la esclerosis. Acá lo colectivo juagará como factor
de cambio.
Ya no están los capos cómicos. No esta Gassman,
ni Manfredi, ni Tognazzi, ni Sordi ni Totó. Pero han aparecido nuevos actores,
todavía no conocidos por el gran público, pero las últimas películas italianas
presentadas muestran un cambio que a priori podemos catalogar como positivo.
Esta comedia de Grianni Di Gregorio cumple
con su cometido. Es amable, hace reír, interesa de principio a fin, y sobre
todo, entretiene al espectador contando una historia agradable.