El cine argentino está aprendiendo a narrar. De a poco, se van incorporando nuevos cineastas que entienden que el cine es primero un entretenimiento, y después un medio de expresión. Cuando se juntan las dos cosas, suceden cosas cinematográficamente interesantes. Y Wakolda tiene estas dos condiciones. Es ante todo, una historia muy bien contada, y después, es una de esas películas que invitan a tomar un café a la salida para reflexionar sobre lo visto.
Á mediados
de los ´50, Bariloche se había transformado en un privilegiado escondite nazi.
Allí llega a buscar refugio un criminal de guerra, que conocerá una pareja ,
cuya esposa es descendiente de alemanes, y tienen una hija con problemas de
crecimiento. El nazi, es el famoso Dr. Menguele,
un médico alemán obsesionado por la pureza
y la supremacía de la raza. La niña, será su campo de experimentos.
Pero lo
interesante de la película no es esto, sino las atmosferas opresivas que va
mostrando la película. La forma en cómo ese medico se va instalando en la familia,
de la misma manera que una idea se va instalando en un sociedad. En la medida
que las ideas satisfacen apetencias y necesidades personales, comienzan a derribarse fácilmente defensas ideológicas,
morales y religiosas. Si bien el proceso no es directo dado que aparecen
sospechas y algunas resistencias, lo que está comenzando a ocurrir se instala
con comodidad porque la propia sociedad se va entregando a lo que cree será una
salvación. Hasta que finalmente se ve la verdad, aunque a veces, demasiado tarde. El nazismo no fue
más que otra clase de populismo. Saquemos nuestras propias conclusiones.
Incomodo,
por momentos asfixiante, Wakolda es un film importante para el cine argentino,
y tal vez, el mejor de estreno argentino
de este año.