UNA
AMERICANA EN PARIS
Luc Besson
es un hombre de cine. 56 guiones, 21 películas y 116 producciones ameritan esta
afirmación. No hay duda que Besson es el productor francés contemporáneo más importante de Europa
y su cine se ha cimentado en la idea del entretenimiento puro avalado por la
técnica y la destreza narrativa que sin lugar a dudas, Besson tiene.
Lo
conocimos a mediados de 1985 con "Subway", con Chistorpher Lambert en
el papel principal. Se hizo famoso con "The Big Blue", 1988, aquella película de los 2 buzos que compiten
hasta perder la vida en las profundidades del Mediterráneo. Más tarde su fama
se consolidó con Nikita (1990) (los americanos incluso hicieron una remake y
también una serie de televisión) y León (1994), con quien lanza al estrellato a
Jean Reno y a Natalie Portman, aun una niña.
Con "Lucy"
(2014), Besson vuelve al ruedo, quiero decir, vuelve al cine que lo hizo
famoso, esta vez de la mano de Scarlet Johansson, una actriz dúctil capaz de
mostrar ingenuidad y perversidad en forma simultánea. Ella es la Lucy del
título, una joven americana, secuestrada en China con el propósito de utilizarla
como mula en el trafico de drogas. Lucy recibe una sobredosis como consecuencia
de una paliza que le imparte su carcelero, y el shock que sufre le
genera un desarrollo cerebral que le permite tomar conocimiento en forma
acelerada. Morgan Freeman es el científico especialista en desarrollo cerebral
que pretende darle seriedad al disparate inventado por Besson. Scarlet y Morgan, no solo lucen como los grandes
actores que son
Poco, poquito. Aunque hay que reconocer que " Lucy" es divertimento en estado puro, una de mucha acción con un envoltorio lujoso, una explicación científica para atraer al espectador aburrido, la belleza y la credibilidad de la Johansson, la dicción de un Freeman que parece estar narrando un documental de la National Geografic, un correcto festival de efectos especiales, y la destreza narrativa de Besson, que todo lo puede.
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