miércoles, 18 de febrero de 2015

B I R D M A N de Alejandro González Iñarritu





INTENTANDO LA METAMORFOSIS

El mexicano González Iñarritu es un director mimado de Hollywood. Con 5 largometrajes en su haber, todos merecidamente multipremiados en los festivales más importantes del mundo (4 de ellos, además, candidatos al Oscar como mejor película del año), lo han colocado en el pedestal de los grandes directores cuyas películas siempre son bienvenidas y capaces de generar grandes expectativas ante su estreno. Además, estamos hablando de un director joven (hoy tiene 52 años), y absolutamente contemporáneo (Amores Perros, su primer film, data del año 2000). Es decir, estamos hablando de un director del siglo XXI.

La cosecha de premios que ha obtenido no solo hablan de su capacidad artística sino también de su compromiso social. Sus historias ocurren en diferentes partes del mundo y sus personajes son víctimas de las vicisitudes de la vida moderna, sobre todo de la violencia, particularmente la social, la incomunicación, y la tremenda soledad de nuestro tiempo tecnologizado. "Amores Perros" era un crudo retrato de la sociedad mexicana y su "Babel", en la que a través de  diferentes episodios recorre la frontera con USA, Marruecos y Japón, genera un fresco sobre la incomunicación verdaderamente estupendo.

En "Birdman" encara su 2do film americano (antes había hecho "21 Gramos", 2003, con Sean Penn y Benicio del Toro). Situado en la ciudad de Nueva York, a 2 cuadras de Times Square, en el corazón mismo de la movida teatral neoyorkina, nos cuenta la historia de Riggan, un actor que hace 20 años se hizo famoso personificando a un superhéroe llamado Birdman, y que cayó en desgracia con los productores como consecuencia de negarse a hacer la 4ta entrega de la serie. Riggan es un típico personaje en busca de  revancha. No quiere hacer más de lo mismo. Necesita un reconocimiento artístico, y  no solo como actor. Sus ambiciones son enormes. Su proyecto es adaptar, producir, dirigir y actuar la puesta en escena de un cuento llamado "De Que Estamos Hablando Cuando Hablamos de Amor" de Raymond Carver, un escritor americano que ha descrito como pocos la soledad de la vida moderna que tanto preocupa a González Iñarritu. En ello se está jugando todo. No solo la poca fama que le queda, sino también su dinero, y hasta la recuperación de su familia, el retorno de su mujer y la rehabilitación de una hija drogadicta. Riggan está a full en un "a todo o nada", a 4 días del gran estreno. Y el film es el relato de esos días y el retrato de esa vida caótica que busca una redención a través de una puesta en escena cuyo éxito o fracaso solo será  medible a través de algunas buenas críticas y sobre todo, por el éxito de taquilla. Otra vez, la dualidad: lo efímero o el mito. Es obvio que en el arte casi no existe el cable a tierra.

Lo interesante del film es su capacidad de descripción del encierro. Birdman es el relato de  un parto. Todo transcurre en el interior de un teatro repleto de pasillos y escaleras que unen vestuarios con escenarios y salas de maquinas , cuyas características laberínticas representan los propios laberintos de la mente en ebullición de Riggan frente a su momento cumbre. Si González Iñarritu es un director hábil en la puesta, aquí demuestra no solo esa habilidad sino también alcanza alturas insospechadas. Porque ayudado por el extraordinario manejo de cámara de ese prodigio de director de fotografía que es Emmanuel Lubezki (el año pasado fotografió y ganó el Oscar por su trabajo en "Gravedad"), a través de grandes tomas secuencias y extensos  travellings que recorren los pasillos del teatro,  transforma al film en un laberinto que no es otra cosa que la mente confundida donde habitan los miedos  de Riggan, corriendo una y otra vez tras cada una de las responsabilidades que ha asumido para concretar ese proyecto en el que se juega su vida, y que obviamente, lo desborda torturándolo como si estuviera ante un parto de nalgas.

Si la puesta en escena de una obra teatral constituye un film en si mismo, y la necesidad de Riggan de rehabilitación de su autoestima y reconocimiento público es un proceso interior que resulta clave en la película, podemos decir que hasta aquí tenemos un film redondo e inovidable. Sinceramente, uno de los mejores del año. Pero las intenciones de González Iñarritu y sus coguionistas (Giacobone, Dinelaris y Bo) no terminan allí. Es como si no confiaran en que su film sobre una puesta en escena teatral por parte de un actor en decadencia  tiene la suficiente fuerza  e interés propio. Creen que hace falta que el espectador entienda que la necesidad de Riggan  de parir este espectáculo proviene de la alienación que arrastra de su pasada personificación de superhéroe, que de la cual, además,  parece haber heredado no solo habilidades telekinéticas, sino también la capacidad de volar como el propio Birdman. Es en esta segunda instancia interpretativa, donde la película se desvanece y se pierde en si misma, llegando a un final, a mi gusto demasiado simbólico e incluso, extremadamente abierto. Si las intenciones de Gonzales Iñarritu y compañía fueron dejar enganchada a la gente para una larga charla de café a la salida del cine, tal vez el objetivo se haya logrado. Pero si las intenciones fueron contarnos una historia de superación personal en una edad madura cuando uno parece estar entrando al ocaso de la vida, entonces creo que el final de la película es un error lamentable que si bien no borra todo lo bueno que la película nos ha narrado magistralmente, al menos ingresa en aérea resbaladiza donde los meritos artísticos parecen dejarse de lado en pos de la aseguración taquillera.

Una mención aparte para Michael Keaton, el actor que personifica a Riggan (Birdman). Su labor es descollante. Su personaje se pone la pelicula al hombro y no la suelta hasta el final. Sin lugar a dudas, su actuación es consagratoria.

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