jueves, 19 de febrero de 2015

THE THEORY OF EVERYTHING de James Marsh





CIENCIA Y RELIGION

Otra película inglesa multinominada a los premios Oscar de este año, incluida como mejor película, mejor actor y mejor actriz. Nuevamente, toda una exageración. No pasa de la medianía del actual cine inglés, muy lejos de aquel movimiento de los años 50 y principios de los 60 que se denominó  el nuevo "Free Cinema", que nos dio directores tan importantes como Tony Richardson, Lindsay Anderson, Karel Reisz  e incluso, algunas obras maestras del terror como las películas de la Hammer, con Christopher Lee en el papel de Drácula. Aquel cine estaba vivo, y sus relatos y retratos del proletariado inglés no solo eran realistas (estos directores abrevaron en el neorrealismo italiano) sino que también sus historias resultaban interesantes y llenas de emoción.

Obra menor, prolijamente realizada cuya mayor virtud es contarnos una historia de superación personal en plena adversidad. En ese aspecto, la película es realmente conmovedora. Su argumento, sencillo, sigue a Stephen Hawking desde el momento que ingresa al Universidad de Cambridge (paradojal siendo oriundo de Oxford) en Inglaterra  a mediados de los años 60, cuando concomitantemente contrae una enfermedad considerada fatal (le diagnostican una esperanza de vida de no más de 2 años). Hawking es un estudiante brillante de Física, y no obstante los problema que le provoca su enfermedad, no solo logra graduarse con honores, sino que se transforma en el físico más influyente de nuestra época, superando cualquier limite a su esperanza de vida (actualmente vive y tiene 75 años), y revolucionando las teorías existentes sobre el origen del universo.

Uno de las facetas más interesantes que tiene el film es una dualidad que presenta Hawkings. Por un lado, es el hombre de ciencia, que como tal, cree en la física y trata de explicar el origen del universo desde un punto de vista absolutamente científico. Por otro, la persona enferma, a la que la medicina le pronostica tan solo 2 años de vida. Allí el científico y el ateo entran en conflicto. La virtud del film es que toma la dicotomía con humor. En la ciencia, toda aseveración debe ser demostrada. En la religión, el milagro simplemente debe ser aceptado como una gracia divina. Hawkings transcurre por la vida tratando de explicar el origen del universo sin poder explicar su propia sobrevivencia.  Esa cuestión lo humaniza dándole una carnadura que lo eleva sobre el mero personaje de película.

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