O EL CUESTIONAMIENTO DEL ACTO
Alejandro Agresti filmó esta película en 1993 en Europa (como casi toda su obra), con actores argentinos, y buscando en aquellas ciudades europeas locaciones de sitios que parecieran inconfundiblemente rioplatenses no dando lugar a confusión alguna respecto del lugar donde quería situar la historia que estaba contando. Pareciera que Agresti hubiera necesitado tomar distancia, no solo temporal sino también geográfica, para poder hablar de un tema muy urticante del pasado reciente de su Argentina.
No hay duda
que el discurso de Agresti pude tener dos lecturas. En primer lugar, en su
aspecto lineal, la historia más cercana es la de un Mago (Carlos Roffé), mejor
dicho, la de un desocupado (Miguel), bastante vago, buscavidas, arrebatador de
oportunidades que vive en un conventillo, robando libros usados que devora sin
cesar durante las noche mientras discute y pelea con su mujer Azucena (Mirta Busnelli),
obsesionada por saber lo que su concubino ha leído. Un día, Miguel leerá un libro que le cambiará
la vida. Se trata de "Magia y Ocultismo". En sus páginas descubrirá el
secreto de hacer desaparecer, primero, cosas, y después personas. Y trabajando de
mago de circo, se volverá famoso y recorrerá el mundo.
Pero la
película admitirá una segunda lectura de los hechos que narra. El lenguaje de
Agresti es sumamente metafórico, y en ese segundo plano podemos encontrar un
discurso sobre la desaparición de personas en Argentina durante la última
dictadura militar que nos gobernó desde mediados de la década del 70 durante 7
años.
No obstante
ello, tal vez, lo más importante del film sea su estructura narrativa. Agresti
se muestra dueño de innumerables recursos cinematográficos, y su combinación de
efectos sonoros y visuales es extraordinaria. En todo momento el film navega
entre la ficción y la realidad misma de los personajes. De entrada, se evoca la
memoria de Miguel Quiroga, ya muerto, y se alude a su máximo logro circense
como "el acto en cuestión". A él se le dedica la película como si en
realidad el personaje de ficción se confundiera con un personaje de la
realidad. De la misma manera Agresti trata los decorados. El inquilinato en que
vive se confunde con la casa de muñecas que tiene su amigo Rogelio (Lorenzo Quinteros),
arreglador de muñecas y narrador del film. Agresti pasea la cámara sin ocultar
los artificios, exponiendo en todo momento que los suyo es un relato y que sus
personajes son solo eso (personajes) a pesar que son evocados desde otros
personajes tan ficticios como el propio personaje principal. Esa evocación,
donde Agresti se vale del blanco y negro con luces y sombras recuerda la estética
del impresionismo alemán, incluso otorga al film cierta atemporalidad que
facilita la metáfora. Los sucesos parecen ocurrir antes de la década del 40,
sin embargo nos hacen pensar en la década del 70. La perfección del acto de
Quiroga, el Mago, lo llevará a la maestría, la cual, inexorablemente, encontrará
un límite: el amor de Sylvie, una española, que conoce en Paris o sea, una
extranjera, alguien que puede ver las cosas desde afuera . Silvie no podrá
creer en el acto que ve porque ella no creerá en el mago sino en el hombre. Ello
ocurrirá cuando Quiroga pretende realizar la desaparición de la Torre Eiffel.
Mientras la gente concurre al acto fascinada y ve desaparecer la torre, Sylvie
no deja de ver la Torre. Al fin, alguien no le creerá al Mago ni caerá en la
ilusión ni la fascinación ni el misterio del acto. El artificio se volverá
vulnerable y la incredulidad lo volverá vacuo. La carrera de Quiroga llegará a
su fin al igual que llegará a su fin la Dictadura, donde en la visión de
"El Acto en Cuestión" y por ende de Agresti, ninguna desaparición
hubiera tenido lugar sin que el pueblo creyera en que ello era posible. Recuérdese
al Gral. Videla cuando dijo: "Ni muertos, ni vivos, desaparecidos". Una
pretendida tercera identidad convalidada por el pueblo, y que en la visión de Agresti lo transforma en consecuencia,
en un mudo cómplice final de los actos cuestionados.
Polémico y de cuestionable interpretación, es sin duda un "film maldito" de Agresti. Tal vez por su propio poder metafórico, el hecho es que solo ha podido ser estrenado en Argentina 21 años después de ser realizado. Verdadera obra de arte, es válido por dicha "posible " metáfora pero mucho más aún por la extraordinaria puesta en escena que coloca a Agresti como uno de los directores más lucidos y dotados de nuestra cinematografía.