viernes, 15 de mayo de 2015

EL ACTO EN CUESTIÓN de Alejandro Agresti

O EL CUESTIONAMIENTO DEL ACTO


Alejandro Agresti filmó esta película en 1993 en Europa (como casi toda su obra), con actores argentinos, y buscando en aquellas ciudades europeas locaciones de sitios que parecieran inconfundiblemente rioplatenses no dando lugar a confusión alguna respecto del lugar donde quería situar la historia que estaba contando. Pareciera que Agresti hubiera necesitado tomar distancia, no solo temporal sino también geográfica, para poder hablar de un tema muy urticante del pasado reciente de su Argentina.

No hay duda que el discurso de Agresti pude tener dos lecturas. En primer lugar, en su aspecto lineal, la historia más cercana es la de un Mago (Carlos Roffé), mejor dicho, la de un desocupado (Miguel), bastante vago, buscavidas, arrebatador de oportunidades que vive en un conventillo, robando libros usados que devora sin cesar durante las noche mientras discute y pelea con su mujer Azucena (Mirta Busnelli), obsesionada por saber lo que su concubino ha leído.  Un día, Miguel leerá un libro que le cambiará la vida. Se trata de "Magia y Ocultismo". En sus páginas descubrirá el secreto de hacer desaparecer, primero, cosas, y después personas. Y trabajando de mago de circo, se volverá famoso y recorrerá el mundo.

Pero la película admitirá una segunda lectura de los hechos que narra. El lenguaje de Agresti es sumamente metafórico, y en ese segundo plano podemos encontrar un discurso sobre la desaparición de personas en Argentina durante la última dictadura militar que nos gobernó desde mediados de la década del 70 durante 7 años.

No obstante ello, tal vez, lo más importante del film sea su estructura narrativa. Agresti se muestra dueño de innumerables recursos cinematográficos, y su combinación de efectos sonoros y visuales es extraordinaria. En todo momento el film navega entre la ficción y la realidad misma de los personajes. De entrada, se evoca la memoria de Miguel Quiroga, ya muerto, y se alude a su máximo logro circense como "el acto en cuestión". A él se le dedica la película como si en realidad el personaje de ficción se confundiera con un personaje de la realidad. De la misma manera Agresti trata los decorados. El inquilinato en que vive se confunde con la casa de muñecas que tiene su amigo Rogelio (Lorenzo Quinteros), arreglador de muñecas y narrador del film. Agresti pasea la cámara sin ocultar los artificios, exponiendo en todo momento que los suyo es un relato y que sus personajes son solo eso (personajes) a pesar que son evocados desde otros personajes tan ficticios como el propio personaje principal. Esa evocación, donde Agresti se vale del blanco y negro con luces y sombras recuerda la estética del impresionismo alemán, incluso otorga al film cierta atemporalidad que facilita la metáfora. Los sucesos parecen ocurrir antes de la década del 40, sin embargo nos hacen pensar en la década del 70. La perfección del acto de Quiroga, el Mago, lo llevará a la maestría, la cual, inexorablemente, encontrará un límite: el amor de Sylvie, una española, que conoce en Paris o sea, una extranjera, alguien que puede ver las cosas desde afuera . Silvie no podrá creer en el acto que ve porque ella no creerá en el mago sino en el hombre. Ello ocurrirá cuando Quiroga pretende realizar la desaparición de la Torre Eiffel. Mientras la gente concurre al acto fascinada y ve desaparecer la torre, Sylvie no deja de ver la Torre. Al fin, alguien no le creerá al Mago ni caerá en la ilusión ni la fascinación ni el misterio del acto. El artificio se volverá vulnerable y la incredulidad lo volverá vacuo. La carrera de Quiroga llegará a su fin al igual que llegará a su fin la Dictadura, donde en la visión de "El Acto en Cuestión" y por ende de Agresti, ninguna desaparición hubiera tenido lugar sin que el pueblo creyera en que ello era posible. Recuérdese al Gral. Videla cuando dijo: "Ni muertos, ni vivos, desaparecidos". Una pretendida tercera identidad convalidada por el pueblo, y que en la visión de Agresti lo transforma en consecuencia, en un mudo cómplice final de los actos cuestionados.

Polémico y de cuestionable interpretación, es sin duda un "film maldito" de Agresti. Tal vez por su propio poder metafórico, el hecho es que solo ha podido ser estrenado en Argentina 21 años después de ser realizado. Verdadera obra de arte, es válido por dicha "posible " metáfora pero mucho más aún por la extraordinaria puesta en escena que coloca a Agresti como uno de los directores más lucidos y dotados de nuestra cinematografía.

sábado, 2 de mayo de 2015

3 CORAZONES de Benoít Jacquot


LA SOLEDAD, EL DESTINO, EL LOCO AMOR

En la medianoche de un pueblo del interior de Francia, un hombre pierde el último tren del día a París. Decepcionado, cruza al bar de la estación, compra un agua mineral, y se resigna a pasar la noche como pueda. Casualmente, conocerá a una mujer. Caminarán juntos toda la noche. Hablarán de cualquier cosa. Y tarde se darán cuenta que se gustan.  Arreglarán encontrarse el viernes siguiente en el Jardín de Las Tullerías. Él no llegará a tiempo.

Él es Marc, un auditor fiscal, un solitario que se declara mujeriego pero cuya soledad es evidente y es  alimentada por su propio trabajo. Como Agente Fiscal detecta infractores, y en su soledad, sus infractores son su propia compañía.
Ella es Silvie, un alma libre. Está casada pero no enamorada. Es inteligente. Toma riesgos. Dirige con su hermana una casa de antigüedades que está al borde de la bancarrota. Debe viajar a los Estados Unidos por asuntos de trabajo de su marido. Antes comprará en una subasta un antiguo espejo de pie. Será ese espejo un símbolo que reflejará las múltiples relaciones que describirá la película?

Sophie es la hermana de Silvie, una mujer sincera, dependiente, frágil y frontal. A raíz del viaje de su hermana, se hace cargo de la casa de antigüedades que poseen. Será entonces cuando tomará conocimiento de las dificultades financieras del negocio. Como consecuencia de dichos problemas, conocerá a Marc. El auditor no solo la ayudará a resolver el problema fiscal sino que se casará con ella y tendrán un hijo.

El film es el retrato de esas tres soledades, de esos tres corazones solitarios que no han conocido el amor, y que cuando lo conocen, lo hacen en el lugar y en el momento equivocado. Pero mientras el amor de Marc y Silvie parece ser solo el flirteo de una noche, con el tiempo se transformará en un amor loco, un amor maldito, idealizado y perseguido necesitado de ser consumado.  Por el contrario, el amor de  Marc y Sophie,  se vuelve estable, convencional y previsible.  Constituyen un matrimonio común, con un niño en edad pre escolar. Son el típico exponente del modelo clásico de la clase media trabajadora.

No habría película sino habría estallido. La convencionalidad se hace presente para cerrar el film. Marc vuelve a acusar el agotamiento que le conocimos en esas primeras escenas donde lo furtivo se imponía en su vida de soltero. Entonces nos queda preguntamos si los amores de Marc no serán las dos caras de un único amor, si con una se experimenta la pasión frebril y volatil y con la otra el cariño matrimonial, el amor de la relación estable y duradera.

El film de Benoit Jacquot recuerda a D.H. Lawrence y sobre todo aquellos inolvidables films de Francois Truffaut, a aquel que se llamó "Las Dos Inglesas". Pero aquella película era tan solo un capitulo de una vasta filmografía dedicada al análisis de la distintas formas del amor. El mismo Truffaut ya tenia en su haber "Jules et Jim", y la serie completa de 5 películas sobre el personaje de Antoine Doinel. No hay duda que en esta de Jacquot hay un homenaje más que explicito a Truffaut,  y Marc, su personaje central, tiene más de un punto de contacto con el último Antoine del "Amor en Fuga".


Parábola sobre el miedo a la soledad de los cuarenta y tantos, desafío al destino de una vida chata y pueblerina, estallido de un amor loco que se impone sobre cualquier tipo de convencionalismo, constituye la materia básica de este muy buen film de Jacquot, agradable de ver e interesante de analizar, aunque algunas situaciones del guión aparezcan un tanto forzadas. Bien musicalizado por Bruno Coulais, con una sinfónia que remarca las atmosferas amenazante cuando la trama cambia hacia escenas que llevan a situaciones complicadas,  y sobre todo muy bien actuada por un grupo de actores sensibles como son Benoit Poelvoorde, Charlotte Guisbourg, Chiara Mastroianni y Catherine Deneuve, que dan con justeza con cada uno de los personajes que le tocan interpretar.