Es una rareza por donde se la mire. Pero es una rareza muy bien
realizada. Uno sale encantado del cine después de ver esta película inclasificable
pero cinematográficamente muy gratificante. Ante todo debemos aclarar su
procedencia. Viene de la lejana Islandia, cine sobre el cual debo reconocer mi
total ignorancia. Islandia es muy conocida por ser la patria de Bjork, una cantante
extraordinaria. Ahora también podrá decirse que es conocida por el cine de
Benedikt Erlingsson, que ha salido airoso con su ópera primera, y al parecer, es
tan creativo como Bjork.
Mencioné la inclasificabilidad de la película. Si se la quisiera encajar
dentro de los grandes géneros, se podría llegar a acertar diciendo que se vió
una comedia, pero también se acertaría si se dice que se vió un western. Es que
todo el film sucede en la campiña islandesa, donde los nativos del lugar
mayormente se dedican a la cría o al tráfico de caballos salvajes. Pero lo que
se cuenta no es eso sino sobre un estilo de vida muy dura, condicionada por las
inclemencias climáticas y la lejanía de toda población urbana, mostrando una
serie de historias individuales y realmente extremas, interrelacionadas unas con otras, sobre esa vida campestre que
tiene como lugar común la importancia que cobra el caballo en cada uno de los
personajes que retrata.
De esta manera Benedikt Erlingsson va generando un fresco sobre su gente
en el cual aparecen distintos rasgos de la condición humana, fortalezas y
debilidades que van desde el amor a la envidia, del vicio a la desesperación,
de la ansiedad por el goce a la muerte más ridícula, del fuerte sentido de la propiedad
al desprendimiento más absoluto, uniendo los distintos relatos con un hilo
conductor que es la animalidad humana, incluso capaz de generar amor, un amor
en estado salvaje donde los rasgos y caracteres de hombres y caballos se
terminan juntando y confundiendo.
El cine de Erlingsson observa tanto a hombres como caballos, pero se
concentra fundamentalmente en el hombre. El animal es puro instinto. El hombre
, además, cuenta con la razón. La película muestra la vida salvaje de estos
animales pero se concentra en la descripción de la vida comunitaria de esos
desérticos pobladores, sus costumbres más primarias, sus rutinas, siempre
enmarcadas por paisaje y la naturaleza.
Todo se desarrolla en un ámbito que pareciera naif, inocente pero
permanentemente amenazado por el costado salvaje de esos habitantes condicionados
por su tierra, su clima y el tiempo que le ha tocado vivir.
En el mundo globalizado que
vivimos, la fabula de Erlingsson parece querer retratar a ese grupo humano, sus
familias, y animales, como aislados del mundo tanto en tiempo como en espacio,
pero aferrados a la vida a través del rescate de los valores occidentales. Las últimas imágenes del film
parecen ser un canto a la libertad más absoluta del hombre, aquella que se
limita solo por las leyes de Dios y las propias limitaciones que se autoimponen
los hombres. Desde este último punto de vista, todo transcurre bajo las propias
reglas, lejos de cualquier intervención estatal y dentro de un poético
anarquismo. Paradójicamente, la comunicación
y el gozo de costumbres
ancestrales de esos seres aislados en medio de la campiña pareciera ser más
fluida que la que logramos los habitantes
de una gran urbe moderna.
Si bien proveniente de una país cuya cinematografía nos es absolutamente
desconocida, sobre "De Caballos y de Hombres" cabe agregar la
excelencia de todos los rubros técnicos, la calidad de la fotografía y especialmente
del sonido de la película, sin poder dejar de mencionar el trabajo actoral,
realmente extraordinario Lejos del
mundanal ruido pero con nivel de primer mundo.
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