viernes, 30 de octubre de 2015

PUENTE DE ESPIAS de Steven Spielberg


UN PUENTE FALLIDO

Spielberg es un maestro de gran espectáculo (Tiburón, Jurasic Park, Indiana Jones), tiene además, buena mano para dirigir comedias (Loca Evasión, 1941, Atrápame si Puedes), y escaso vuelo para el drama (Amistad, El color Purpura). Pensé que Puente de Espías, su película más reciente estrenada se iba a inscribir en la línea del thriller revisionista que había hecho brillar en Múnich o en Lincoln. No fue así.

Puente de Espías es difícil de encasillar en un genero. Podría tratarse de un gran drama humano,  o de una comedia absurda. Es que Spielberg nunca da con el tono del film, una superproducción absolutamente desequilibrada que nunca encuentra el rumbo narrativo. No es un drama, no es una comedia y tampoco es una película de suspenso, ni siquiera una sobre la guerra fría como lo fueron Funeral en Berlín ó El Hombre que Volvió del Frio. Hay momentos en que el propio Spielberg  parece totalmente perdido,  y lo peor es que eso ocurre ni bien ha comenzado el film. Actuada por Tom Hanks, para mí un actor extraordinario,  acá aparece ajeno a los viejos films de espías y el humor de algunas series americanas de los años 60 como El Agente de Cipol o el mismisimo Súper Agente 86. Solo falta el blanco y negro. 

 Transcurre 1960, plena Guerra Fría. La acción nos sitúa en Nueva York.  La primera escena del film es un operativo policial del FBI que trata de atrapar a un espía ruso de lo cual solo sabemos que es un hombre mayor de unos 50 años que se dedica a pintar cuadros a orillas del East River (De lejos, la mejor escena cinematográficamente hablando, de la película). La sospecha de que este hombre sea un espía ruso es tan poco probable como que en la segunda escena del film, le pidan a un abogado que trabaja para una empresa de seguros ( Tom Hanks) que lidere la defensa del presunto espía al cual se le va a hacer un juicio "trucho" simplemente para salvar la apariencias legales y ponerlo rápidamente en la cárcel. Para poder seguir con la película más allá de los 20 minuto que han transcurrido, a los guionistas se les ocurre que Tom Hanks, sintiéndose culpable de que no ha podido defender a este buen tipo, vaya a hablar con un Juez de la Corte Suprema para convencerlo que no tiene sentido aplicarle como condena la silla eléctrica por traición, sino más bien, darle una perpetua y tenerlo como posible prenda de cambio en caso que los rusos tomen algún americano prisionero. Cosa que, obviamente, va a ocurrir en la escena siguiente. Hasta aquí llevamos no más de 45 minutos y falta, mínimo, hora y media más de obviedades similares. Por lo tanto, no tiene objeto que les cuente más del argumento.


No hace falta aclarar que este nuevo film de Spielberg no me gusto. No obstante, cabe aclarar que Tom Hanks hace lo que puede, y para no dejar lugar a dudas, al final de la película, llega a su casa, saluda a su familia que se está enterando por televisión que su padre se ha transformado en un héroe de la Guerra Fría, va hacia el dormitorio, ve la cama, y se deja caer vestido en ella porque está muerto de cansancio después de todo lo que ha hecho y viajado,  y sobre todo, harto de lo que tuvo que protagonizar. Del mismo modo quedamos nosotros, los espectadores. Los demás rubros técnicos del film son buenos. Luce la fotografía de un operador habitual en el cine de Spielberg,  Janusz Kaminski. Su fotografía es tan buena que no puede ocultar los decorados. Los puentes de Berlín donde ocurren las escenas finales se ven tan ficticios como la propia historia que nos narra pese a que la misma está basada en hechos reales de la vida del abogado americano James. B. Donovan. Lamentablemente, un film fallido de Steven Spielberg.

No hay comentarios:

Publicar un comentario