miércoles, 14 de octubre de 2015

TAXI de Jafar Panahi


"QUÉ QUIEREN QUE HAGA SI SOLO SE HACER CINE?"

Jafar Panahi viene sufriendo cárceles desde 2009, cuando el gobierno de Mahmud Ahmadineyad,  lo detuvo junto con su esposa, hija, y 15 amigos acusándolo de hacer propaganda contra el gobierno iraní. En mayo de 2010 salió en libertad bajo fianza y en diciembre  fue condenado a una prisión de 6 años y una prohibición de 20 años para dirigir películas, escribir guiones, dar entrevistas y salir del país. Las elecciones iraníes de 2013 provocaron un cambio de gobierno que trajo aparejado una distención de la politica, al hacerse cargo del gobierno Hasán Rouhani, generando un gobierno menos radicalizado que permitió a Jafar Panahi cumplir su condena en forma domiciliaria. No obstante, Panahi ha continuado desafiando al régimen que coarta su libertad individual y ha hecho 3 películas,  la última de las cuales es la que aquí comentamos y que se estrenó esta semana en Buenos Aires en los circuitos de cine arte, despertando interés y admiración .

Taxi es un viaje de hora y media por las calles céntricas y barrios acomodado de Teherán, donde Panahi es el taxista, y en su recorrido levanta pasajeros diversos, todos emergentes de esa misma realidad. Panahi maneja a sus anchas, algunas veces reconocido y otras ignorado.  Pero lo que tiene su película, filmada con una cámara fotográfica y un celular, es que ha plasmado un momento de su vida, aquel en el que ha desafiado su cautiverio disfrazado de taxista, ha salido a la calle, y sobre todo, se ha expresado mediante un hecho cinematográfico, realizando, no solo un desafío, sino también un canto a la libertad del individuo.

El desafío cinematográfico pasa también por habilidades fotográficas. Coloca una cámara en el espejo del auto que permite enfocar a los pasajeros que levanta, y en otras circunstancias, le pide a quien se siente a su lado, que lo enfoque o enfoque a quien viaja detrás de él. El primer pasajero, después de realizar su trayecto, declara que es un ladrón. Previamente ha discutido con una pasajera del asiento de atrás acerca de la brutalidad de las penas. De ello resulta que la pasajera tiene ideas más liberales que las del propio ladrón, que asume que los ladrones deben ser severamente castigados incluso con la muerte. Está claro que Panahi plantea, desde el inicio mismo de su viaje por Teherán, que en Irán hay mucho por discutir sobre la justicia y la libertad. El segundo pasajero resulta conocer a Panahi. Es su proveedor de videos clandestinos de su hija, que con toda autoridad opina de las bondades del cine turco de Neri Bilge Ceilan y del coreano Kim ki-Duk, a la vez que muestra su desinterés por el cine americano dando señales claras de sus actuales preferencia cinematográficas, pero sobretodo, dejando en claro que determinado cine solo se ve en la clandestinidad. Más tarde, Panahi levanta a un accidentado, acompañado por su mujer, que, al ver la cámara y sintiéndose cerca de su muerte, aprovecha para hacer  su legado en forma cinematográfica, y de paso muestra la ineficiencia actual de la salud pública en Teherán. Después, la mujer insistirá varias veces telefónicamente para que Panahi le pase una copia del legado de manera tal que ella pueda demostrar su derecho a la herencia.  Otra vez aparecerá el rol secundario de la mujer en esta sociedad y su necesidad de poder hacer valer el derecho sobre lo que le corresponde. Más tarde, suben al taxi un par de hermanas que van a una mezquita a orar y dejar una ofrenda floral, constituyendo un pequeño fresco de las costumbres ancestrales que permanecen vigentes en el país. Finalmente, subirá al taxi su pequeña sobrina de 8 o 9 años, quien como trabajo escolar, debe hacer una película casera. Admiradora de su Tío, la pequeña cuestiona las indicaciones de la maestra (esas indicaciones son el respeto por casi todas las represiones del régimen) y repasa las recetas del tío:  tener una historia, contarla con sencillez, cuidar los encuadres,  no distraerse en banalidades. Toda una declaración de principios cinematográficos.

Taxi es una película muy pequeña pero muy grande a la vez. Hecha con muy poca plata, filmada clandestinamente con una Cam Corder y un celular, montada en una computadora, prácticamente carente de títulos de presentación y reconocimientos, es cine en su estado más puro. Conceptualmente, representa  un desafío a un régimen político que no respeta la libertad de expresión, y a su vez, es una reinvindicación sobre la vigencia del cine como forma de expresión y comunicación, más allá de las modas, del negocio, y de los fenómenos taquilleros. Taxi se vuelve grande en la pantalla porque devuelve al cine en su esencia, el poder de la imagen y del sonido, la obra de un cineasta condenado por pensar diferente que le contesta al régimen que gobierna a su país con la única forma que sabe: Haciendo Cine. "Taxi" es un grito de libertad y una profunda reflexión sobre el cine.

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