LA
RESURRECCIÓN DE MARK WATNEY
Cabe
preguntarse porque ha gustado tanto esta simple película de Ridley Scott. Y la
respuesta es muy sencilla. Simplemente porque es una película positiva, a tal
punto que, y salvando las distancias, el optimismo del protagonista tiene algo
de aquellas notables caracterizaciones de Jimmy Stewart para el maestro Frank
Capra en películas tales como "Qué Bello es Vivir" o "Caballero
sin Espada". Y ese optimismo salta de la pantalla y alcanza al espectador.
Es que ni
bien se inicia la película, un grupo de astronautas está realizando tareas de
investigación en una planicie de Marte cuando se desata un feroz tormenta de
polvo. La NASA da la orden de una inmediata evacuación del lugar, pero ocurre
un pequeño accidente en el que la tripulación da por perdido a Mark Watney, uno
de los astronautas. La misión, entonces, inicia su retorno a la Tierra dejando el
cuerpo inerte del astronauta en Marte. Pero pasada la tormenta, observamos que Watney
está vivo, reacciona de los golpes recibido, cura sus heridas, asume que ha
quedado solo, regresa a la estación marciana, ordena el lugar, y calcula que en
ese estado tiene una capacidad de sobrevivencia de no más de 180 días. Watney
es un científico, un especialista en ciencias botánicas, y como diría
Spielberg, sabe que la vida busca a la vida. Allí comenzará la verdadera
aventura. Pondrá toda su inteligencia al servicio de su supervivencia. Pero la
pregunta es: podrá sobrevivir el
astronauta al aislamiento de Marte?
Nada mejor que
para el papel de Mark Watney se haya elegido a un actor como Matt Damon, dotado
tanto para la comedia como para el drama o el héroe de acción. En The Martian se
sintetizan toda estas posibilidades en forma natural para encarnar al héroe.
Más allá del buen guión, mucho le debe la película a la gran actuación de
Damon, a su gran naturalidad para interpretar algo que de por sí parece más una
pesadilla que una realidad, y que él resuelve como el gran comediante que es, bien
dirigido por Scott, en tono de comedia
ligera.
Pero,
claro, también está la infinita capacidad narrativa de Scott, esta vez basado
en un buen guión de Drew Goddard sobre un libro de Andy Weir, que pone el
resto. Watney, más que un astronauta es una pequeña computadora hecha hombre.
El tipo tiene un razonamiento implacable, y un vasto conocimiento científico.
Pero el guión y la habilidad de Scott, lo humanizan de tal manera que la
película cobra vida a partir de la tediosa situación, y comienza a
transformarse en una oda a la esperanza de vivir. Scott hace todo interesante,
desde explicar los esfuerzos científico orientados a la sobrevivencia hasta
pequeñas situaciones triviales como la música disco, típica de los 80, que ha
dejado la comandante de la nave y que para Watney es un tedio pero es lo único
que lo ata a una sensación vital fuera de la amenaza de muerte permanente por
la que está pasando. Paradójicamente, odia esa música, pero ese odio lo humaniza
dado que la música grabada es el único elemento que le permite expresar un
sentimiento. Todo lo demás lo lleva al superhéroe, o mejor dicho, al superhombre
en que se está transformando.
Transcurrida
la primera mitad de la película, la esperanza comienza a crecer y la aventura
se reinstala en el relato. Watney logrará contacto con la Tierra, y ahora la
NASA tendrá que tomar una decisión. O abandonar a Watney en Marte condenándolo
a una muerte segura, o tendrá que ir a rescatarlo en una misión cuya duración
puede demandar más tiempo que el tiempo de sobrevivencia que el astronauta
tiene calculado en Marte. Allí , claramente, comienza otra película. Si la primera parte se emparenta con los héroes
individuales del cine clásico americano, la segunda parte se identifica con la
gesta colectiva. Una organización entera al servicio del rescate de un hombre,
y la película termina apasionando.
Los
hermanos Scott (Ridley y Tony, ya fallecido) conformaron una dupla de
productores y realizadores con caminos diferentes. El camino de Ridley fue el
cine culto, donde los mayores esfuerzos eran puestos en la cuestiones estéticas
(Alíen y Blade Runner son prueba de ello). Tony, en cambio, fue un director de cine
de acción. El Ansia, Romance Peligroso, Imparable son muestras de su talento. Sus películas eran, sobre todo, entretenidas. Ese
cine, Tony sabía hacerlo muy bien. En
"El Marciano" Ridley parece rendirle tributo a Tony sin renunciar a
su sentido estético. Marte da espacios ideales para cierto cuadros
surrealistas. Y la trama, va de menor a
mayor buscando siempre el entretenimiento. Por ello, su nuevo héroe, paradójicamente
se emparenta con Thelma y Louise. En ambas películas, los protagonistas buscan un nuevo destino tratando de escapar
de una situación desesperante. Por eso, el desierto rojo de Marte, la inmensidad
del espacio exterior, son usadas por Ridley en función de la aventura humana
que relata. Y esa aventura cobra vida a medida que avanza el relato llevando a
El Marciano desde los primeros cuestionamiento metafísicos de "2001"
hacia la aventura de "Perdidos en el Espacio" o la más reciente
"Gravedad".
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