jueves, 28 de enero de 2016

ROOM de Lenny Abrahamson





DEL CAUTIVERIO A LA LIBERTAD

Room es una película que acrecienta su interés a medida que avanza su metraje. Dividida en dos partes claramente diferenciadas, trata de una madre con un hijo de 5 años que se encuentran secuestrados en una habitación cuya única comunicación con el exterior es una banderola existente sobre el techo a la cual no pueden llegar. No obstante ello, pueden ver ese cielo, esas nubes, ese sol o esa lluvia que muestra aquélla banderola que se constituye en el único medio de contacto con una realidad que aparece lejana y esquiva.

La situación de secuestro constituye la primera parte. Ella nos muestra  una serie de relaciones: madre/hijo, madre/captor, captor/ hijo, de las cuales la más importante es la de los propios secuestrados, durante un corto periodo de tiempo de aproximadamente 6 meses. Se trata de una relación muy cercana, obviamente, por la situación de encierro que viven, la cual  se concentra en el proceso educativo del pequeño que aprende cuestiones básicas como cocinar, limpiar, mantener el orden de la habitación, o festejar su 5to cumpleaños haciendo una torta. Esa relación solo se ve alterada por la presencia intermitente de su captor, quien los abastece periódicamente de algunos alimentos y agua.

Esta primera parte es un largo prólogo el cual sirve básicamente para generar información sobre esas tres relaciones. La primera relación, madre/hijo se desarrolla sobre cánones convencionales dentro de una situación no convencional. La madre educa a su hijo, le enseña cuestiones básicas de supervivencia y orden, gimnasia para mantenerlo ágil y dinámico, y otras veces, dominada por su mal humor, descarga cierto fastidio sobre el niño.

La relación madre/captor pasa básicamente por la supervivencia. Por momentos la relación avanza y parece adquirir contornos matrimoniales. En otras ocasiones, la relación se vuelve pareja y mantienen relaciones de tipo sexual. En esos momentos cargados de sexualidad, el niño pierde su condición de tal, es encerrado en un ropero y se convierte en una especie de voyeur que espía por las hendijas de la persianas de su armario sin entender lo que ve y consecuentemente, su mirada muestra curiosidad e indiferencia.

La relación captor/niño es la menos desarrollada. El captor expresa cierto cariño y respeto por el niño. Le trae un juguete para su cumpleaños. El niño disfruta del regalo y pasa un momento feliz. Pero la relación que tienen es de indiferencia mutua.

El resto de esta primera parte puede estar llena de pequeños detalles que tal vez pasan desapercibidos pero que después, en la segunda parte, aparecen como hechos trascendentes. Esta parte del film también puede apreciarse como una metáfora de la familia disfuncional de nuestra época, donde la relaciones de cautiverio pueden referirse a un orden social predeterminado o incuso una subordinación a una sociedad de consumo despiadada en la cual el consumismo prevalece sobre los mismos derechos del individuo.

La segunda parte del film muestra el escape del niño. El niño muestra que ha asimilado la educación recibida de su madre y todo lo que ella ha hecho por el no fue en vano. El niño no sólo logra escapar sino también dar información relevante a una mujer policía atenta y agradable que permite localizar el lugar del secuestro y liberar a su madre.

El pasado traumático ha quedado atrás. Ahora comienza una nueva vida. Pero las reacciones de madre e hijo serán diferentes. Ahora sabemos que el niño ha nacido en cautiverio. Carece de todo pasado que no sea ese cautiverio. Entrar a la casa de su abuela con su madre y ningún condicionamiento previo será para él la panacea. Una situación agradable que lo aleja del cautiverio conocido. No obstante, el cautiverio no ha dejado signos traumáticos para él. El cautiverio sólo ha sido una experiencia inconsciente de supervivencia. El niño, lejos de cualquier tipo de confinamiento, genera rápidamente relaciones afectivas con su desconocida abuela, el marido de su abuela y un perro al que le traen de regalo.

Diferente es la experiencia de su madre. La vuelta a su cuarto de adolescente la inquieta. Percibe que entre aquel momento y el presente ha ocurrido un hecho que le ha transformado su vida. Ha tenido un hijo con su captor estableciendo con él una especie de síndrome de Copenhague. La relación con sus padres se ha deteriorado.  El lazo con su madre se ha cortado. Madre e Hija se han alejado. El Padre, además, es quien se ha ido de la casa. Su alejamiento parece tener que ver con el manejo de las relaciones familiares. Su actitud expresa un tácito desacuerdo que ha originado el divorcio de los padres. El Padre, además, deja intuir que ese divorcio y el secuestro de su hija pueden llegar a estar relacionados. Como si el secuestro hubiera sido un disparador del divorcio.

La relación Madre/Hijo, ahora ampliada al marco familiar, se resiente ante la pérdida de intimidad. En consecuencia, la Madre, se encierra y entra en un proceso severo de depresión. Tampoco es ajeno a ello el momento de celebridad que atraviesa y el acoso de los medios que la presionan para obtener sus entrevistas. El dinero, como representación de la materialidad, se hace presente de manera despiadada.  Aparece esa sociedad ávida de sensacionalismo liderada por la tv y el periodismo amarillento que reconoce a la celebridad sin importar el trasfondo dramático de la misma.

Lenny Abrahanson, director del film se mueve cómodamente con el guión que le ha prorcionado Emma Donoghue, autora que se basa en su propia novela original. Relata con agilidad y fluidez la situación de encierro con movimientos de cámara precisos. Lo suyo no tiene alardes ni un lenguaje barroco, pero si es sumamente simple y efectivo para contar su historia.


La nominación del film a los premios Oscar de este año tal vez sea algo exagerado, pero a la luz de los grandes fracasos que estamos viendo, puede que sea un reconocimiento merecido.

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