Absolutamente entretenida, pero extremadamente vueltera,
agota con sus convencionalismo a media hora de iniciada. Gastronómicamente,
sería una especie de salpicón de ave inspirado en en las clásicas películas
sobre robos vistas mil veces, desde "Rifii" a "Inside Man"
pasando por "Siete Hombres de Oro", y que conforman todo un subgénero
del policial en el cine americano. Finalmente, dado que es una co-producción
argentino-española, su mayor vuelta de tuerca es un giro inesperado relacionado
con la corrupción imperante y delitos investigados a nivel de gobierno de ambos
países. Nada nuevo, y obviamente, una película previsible.
Lamentablemente, y desde su aspecto político, utiliza los
caballitos de batalla de algunos populismos citando a aquellos que sostienen que
quién roba a un ladrón tiene 100 años de perdón. Una lamentable inducción a la
confusión ideológica y a la razón que hace tan estrecha nuestra moral pública y
justifica lo injustificable. En consecuencia, los simpáticos ladrones de
"100 Años de Perdón" son elevados a la falsa categoría de héroes
tales como Robin Hood, aquel que robaba a los ricos para distribuir el botín
entre los pobres en el bosque de Sherwood, cerca de Londres, Inglaterra. El
mito de Hood constituye un ejemplo verdaderamente de "lo que no debe
ser" porque simplemente se trata de un personaje nefasto para la moral en general
y el manejo de la cosa pública en particular,
especialmente en sociedades poco desarrolladas y con tendencia al
infantilismo político como las nuestras. La justificación del robo para generar
justicia social es políticamente un suicidio económico-social, toda vez que
dicha mala acción se constituye en un hecho altamente desmotivador del
desarrollo social toda vez que desalienta el esfuerzo individual. En pocas
palabras, para qué pasar la vida trabajando si hay maneras de ganar más
fácilmente la vida.
No obstante, no se trata de una película politica. Es un
entretenimiento en estado puro, técnicamente, una película bien hecha, con
destacadas actuaciones y sobre todo muy bien fotografiada, y especialmente,
excelentemente sonorizada. Ese último aspecto señala un avance de gran
envergadura para las películas habladas en castellano, dado que hasta aquí,
muchas de sus bandas de sonido resultaban inentendibles dado los altibajos de
los sistemas de sonido e incluso la mala dicción de muchos de nuestros mejores
actores. La calidad técnica de "100 Años…", en ese aspecto, es
notable.
Película ideal para una tarde de lluvia, o para un día negro,
o para cuando estamos pelados con la vida. Es un entretenimiento honesto que no
defraudará la expectativas creadas, y no hará pasar un momento agradable. Qué
más podemos pedir?
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