SACRIFICIO DE PEONES
Pocas veces
el mundo originó niveles de una demencia de tipo colectivo como en las décadas
del 60 y del 70. Esa demencia tuvo que ver con el fin de la segunda Guerra
Mundial, la polarización del poder, el establecimiento de lo que dio en
llamarse "La Guerra Fría", y los acontecimientos bélicos acontecidos durante
la misma (Corea y Vietnam), en la que la dos potencias en que se había dividido
el mundo, no dejaban de meterse con tal de no perder parte del poder ostentado.
Los Estados Unidos deciden retirarse de Vietnam en 1975, pero desde unos años
antes ya se presentía lo que podría llegar a ser una derrota. El hastío social
producido por el hostigamiento televisivo del prolongado conflicto, la cantidad
de soldados muertos (más de 50 mil), el regreso de soldados con heridas de
guerra, la falta de compresión acerca del tipo de guerra que se libraba,
confluyeron en un estado de fuerte depresión colectiva. En ese contexto, y al
final de la guerra, aparece la figura de Bobby Fischer, un ajedrecista
americano poseedor de un talento increíble, capaz de de batir a los propios genios
rusos, que ostentaban la corona ajedrecística.
La
Jugada Maestra, el estupendo film de Edgard
Zwick (Gloria, Leyendas de Pasión, El Sitio) estrenado esta semana, toma la
figura de Fischer y la convierte en un símbolo de ese estado de paranoia social
(el propio Fischer sufría de alucinaciones y manías persecutorias), y del enfrentamiento con la Unión Soviética
toda vez que Fisher desafiaría al campeón del mundo Boris Spassky en un match que
tendría lugar en la ciudad de Reikiavik, capital de Islandia.
El título en
ingles de la pelicula (The Pawn Sacrifice) no solo alude a un jugada inicial de
la 5ta partida de la serie por el campeonato del mundo ejecutada por Fischer,
sino también, simboliza la transformación de ambos ajedrecistas, es decir,
peones de sus propios gobiernos que se sacrifican en una contienda que pretende
dejar atrás un clima social desfavorable y políticamente adverso y se transforma en una
cuestión de Estado, que por otro lado, representaba aspectos del poder internacional a través de
un simple juego de inteligencias. No era
otra cosa que el enfrentamiento de dos sistemas de vida, el capitalismo
americano contra el comunismo soviético. Occidente contra la Europa Oriental. Incluso
el film muestra expresamente el apoyo oficial soviético que recibía el
ajedrecista ruso, mientras que el apoyo americano se deja esperar, aunque aparece
más tarde, una vez comprendido el valor simbólico de la contienda, en las figuras de Henry Kissinger y del propio
Presidente de los Estados unidos de América, Richard Nixon, quien años más
tarde terminaría acabado políticamente por los suceso conocidos como el "Caso
Watergate".
Zwick (también productor dos veces ganador del
Oscar por "Shakespeare Enamorado" y "Tráfico"), dirige con
mano firme y claridad conceptual, logrando la que quizás sea su mejor película.
No es ajeno a ello el muy buen guión de Steven Knight (Negocios Ocultos,
Promesas del Este), que describe, con gran capacidad de síntesis, la vida de
Bobby Fischer para concentrarse en el ambiente y en el tiempo que tiene lugar
la contienda. En su guión los datos de
la vida de Fischer no solo sirven para explicar aspectos de su personalidad, sino
que adquieren un poder simbólico que la postre aparecerán como representativos
de una sociedad inmersa en un mundo que ha perdido toda racionalidad y la
paranoia se ha generalizado. Esto le permitirá concentrar su relato en torno en
los dos enfrentamiento entre Fischer y Spassky, el primero en Los Ángeles y el
segundo en Reikiavik, volviendo al film apasionante.
Contribuye
a los excelentes resultados de la pelicula el nivel interpretativo de la misma.
Tobby Maguire , quien ya se había destacado
en "El Gran Gatsby", está extraordinario en el papel de Bobby Fischer
. Acompañan en un mismo nivel Liev Schreiber, a quien vimos en la recientemente
ganadora del Oscar "Spotlight", como Boris Spassky; Peter Sarsgaard
como el padre William Lombardía, y Michael Stuhlbarg como Paul Marshall.
Tampoco es ajena a ella la banda sonora de James Newton Howard que nunca
sobresale pero si contribuye sostenidamente a los climas que busca el director.
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