miércoles, 13 de abril de 2016

TANGERINES (MANDARINAS) de Zaza Urushasze




AGRIDULCES MANDARINAS

"Tangerines" es una película simple y emotiva, realizada con gran inteligencia. Su director y guionista, Zaza Urushasze, es un georgiano de 50 años que tiene 3 largometrajes en su haber, y que no era muy conocido en el mundo del cine hasta que "Tangerines", con su nominación al Oscar a la Mejor Película Extranjera de este año, lo dió a conocer, y aunque su película no ganó el Oscar, es lo suficientemente buena como para abrirse camino, hacer una carrera comercial, estrenarse en estas playas tan lejanas a su procedencia, y lograr el aplauso del escaso público que va a ver este tipo de cine.

Estructurada casi como una obra de teatro al aire libre, transcurre en 1992, a tres años de la caída del Muro de Berlín, cuando comienza a producirse la desintegración de la Unión Soviética, lo cual da lugar a la instauración de 15 repúblicas independientes. La fiebre separatista se extiende y asume la lamentable forma de "guerras étnicas". Una de esas guerras la inició el levantamiento del pueblo de Abajasia, el cual formaba parte de Georgia, contra sus autoridades centrales. El conflicto se extendió y también intervinieron mercenarios, entre ellos, soldados chechenos. En ese marco se desarrollan las pasiones que viven los extraordinarios personajes de "Mandarinas".

En un lugar apartado al norte de Georgia, viven 2 vecinos estonios cuyas vidas consisten en la producción de mandarinas. Ellos son Ivo y Margus. Ivo es carpintero, y en su pequeño taller, fabrica los cajones en los que se empaquetan las mandarinas. Margus, su vecino de enfrente, se dedica a la recolección. Ambos tienen sueños diferentes. Ivo ama ese lugar, es su lugar en el mundo. Margus sueña con poder levantar la cosecha, venderla y con ese dinero, volver a Estonia, donde, a raíz de la guerra, ya se han trasladado las familias de ambos.

En ese lejano lugar parecen estar a resguardo de la guerra. Pero la guerra es cruel, y llegará hasta ellos. Una noche, los despertará una balacera. A la mañana siguiente, inspeccionando el lugar, se encontrarán con varios cadáveres diseminados y con dos soldados malheridos, a los cuales ayudarán. Uno será un georgiano. El otro, un mercenario checheno, que se odian a muerte.

Zaza Urushasze desarrolla su guión sobre el conflicto, con habilidad, y precisión. Y con sabiduría en la puesta en escena. Llevará al conflicto dentro de una casa, a la cual ha transformado en pequeño hospital de campaña. Y en ello, comenzara a emitir un poderoso mensaje antibelicista y pacifista, con rigurosidad formal no exenta de un ácido humor y poesía.

Margus: Georgianos contra Rusos… Y las mandarinas quedarán en los árboles.

Ivo: Qué quieres decir?

Margus: Esto es una guerra por mis mandarinas.

Ivo: Es lo normal. Luchan por la tierra.

Margus: Si, por la tierra donde crecen mis mandarinas.

El contraste de esas sierras tranquilas pobladas de arboledas de mandarinas transformadas en un medio hostil invadido por el crueldad de la guerra y la incomprensible imbecilidad humana. Por un lado, la lucha y la destrucción. Por el otro, el amor de un estonio (Ivo), un extranjero que ama una tierra que no es su tierra, pero es donde se ha afincado, ha vivido la mayor parte de su vida, ha criado a sus hijos, ha desarrollado su trabajo, no hace otra cosa que mostrar el otro lado de la estupidez, aquella que tiende al encierro de los pueblos, al mantenimiento del racismo, a los separatismos sin sentido.

Ivo no solo es el personaje protagónico, sino que es un personaje emblemático. En él se personaliza el pacifismo a ultranza, la política, la capacidad de diálogo, la solidaridad bien entendida, y sobre todo, el sentido de una autoridad que garantiza la paz, y en consecuencia el progreso. Afuera, en la guerra, solo reina el caos y la destrucción, y con ella, la perdida de la vida.

Ahmed: Anciano, vengaré a mi amigo. Eso es sagrado para nosotros, lo entiende?

Ivo: Matarás a un hombre durmiendo, o sea, inconsciente. Eso es sagrado? No lo sabía…

Este antagonismo entre lo interior y lo exterior marca los límites precisos de la estupidez humana. La cuestión es tan sencilla como que la autoridad incólume que produce Ivo dentro de su casa garantiza la paz entre los guerreros, y esa autoridad emerge de poner reglas claras, es decir, de establecer el imperio de la ley por sobre todas las cosas. En el sometimiento a la ley, se encuentra la paz. Afuera es todo lo contrario. Reina el caos y en consecuencia, cualquiera mata a cualquiera.

Es en su final donde el film adquiere la mayor potencia de mensaje. Bien elaborado, donde lo cinematográfico, es decir, cuando las imágenes prevalecen sobre los diálogos, el espectador entenderá silenciosamente a Ivo y su comunión con esa tierra, y su gente. Allí está todo lo que él ha vivido, su pasado y su presente. El hecho de partir, de escapar de la guerra, no es una solución para él. No le esperaría otra cosa que una peor soledad y el desarraigo.

Film notable de este director georgiano. Un canto pacifista absolutamente conmovedor, no carente de algún golpe bajo, pero no por ello descalificante. Su film es contundente. Su mensaje es sólido, sin medias tintas. Incluso es un film realista. No nos habla de acciones altruistas en el marco de una guerra. Nos habla del horror de la guerra y de la falta de diálogo entre las partes, consumidas por la ignorancia y el odio hacia el otro, por la discriminación indiferente, dejando de lado el recurso de la política. Acompañado de un grupo sobresaliente de cuatro actores, destaca el estoniano Lembit Ulfsak como Ivo y el georgiano Giorgi Nakashidze como Ahmed, el soldado checheno. Lucen también Elmo Nüganen con Markus y Misha Meskhi como Niko. Los rubros técnicos, fotografía, montaje y música, son irreprochables, y marcan también la altura de éste film.

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