martes, 10 de enero de 2017

HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE (HACKSAW RIDGE) de Mel Gibson


EN LA PAZ, LOS HIJOS SEPULTAN A SUS PADRES. EN LA GUERRA, LOS PADRES SEPULTAN A SUS HIJOS.

En 1993 Mel Gibson salta a la dirección cinematográfica seguramente inspirado por los grandes maestros (George Miller, Peter Weir, y Richard Donner) que lo han dirigido en sus películas más exitosas, y realiza “El Hombre sin Rostro”, una película intimista y personal donde comienza a verse que la estrella tiene cosas para decir y sabe cómo decirlas. Años más tarde, en 1995 llega a su momento más exitoso como actor y director realizando “Corazón Valiente”, película que se alza nada menos que con los Oscars a la Mejor Película y a la Mejor Dirección. En 2004 decide filmar e interpretar la “Pasión de Cristo” y realiza uno de los films más controvertidos de la historia del cine, enseñando al mundo lo que es capaz de hacer. Dos años más tarde realiza “Appocalypto”, un fracaso y su estrella se apaga. Ahora vuelve a la dirección con “Hasta el Último Hombre”, un film que dará que hablar.

“Hasta el Último hombre”, es un muy personal film suyo que no podía dejar de ser otro film sumamente controversial. Lejos, muy lejos de ser un film antibelicista, narra la historia de un pacifista, un joven que no se niega ir a la guerra pero se niega a tomar las armas, pero está dispuesto a salvar vidas.

Con altibajos narrativos, muy marcados en el comienzo del film, a Gibson le cuesta sintetizar la vida de una familia y la niñez de dos hermanos que se crían como salvajes en el medio oeste americano, un medio sumamente religioso y respetuoso de las leyes familiares, donde impera la ley del revolver. El padre es un alcohólico héroe de la segunda guerra mundial, doblemente condecorado, y la madre una abnegada mujer que vive solo para su familia. Los muchachos crecen y el hijo mayor, Desmond (Andrew Garfield), quiere ser médico y se enamora de una enfermera de hospital (Doroty Schutte). Pero estalla la Segunda Guerra, y Desmond decide enrollarse en las filas del ejército.
Desde el momento que Desmond ingresa en el regimiento, la película se transforma. Gibson comienza a sentirse  seguro de lo que está contando y asume verdaderamente la dirección de la película. Desaparecen tanto las convencionalidad del guión como su errática dirección previa. Un nuevo brío, una lucidez  y una precisión que hasta aquí no había tenido el relato aparecen para narrar la vida en el cuartel,  la aparente disciplina del cuartel y más tarde, la violencia y la muerte en medio de la guerra adquieren un primer plano absoluto en función de la repugnancia que deben provocar.

El film se transforma en una especie de fábula pacifista en el cual los cuerpos mutilados por la violencia del enfrentamiento bélico se mezclan con las acciones heroicas y hasta ciertamente ingenuas con que nuestro héroe, convertido en médico militar, asiste, recupera y salva a sus compañeros combatientes.

Cinematográficamente hablando, estamos ante un film coreográfico, donde no solo los cuerpos forman parte de un ballet cuasi gimnástico, sino que soportan una plasticidad de movimientos que el grupo de cámaras dirigidas por el talentoso Simon Duggan registra en ralentí, con un fondo difumado que asemeja la niebla, el polvo y los residuos provocados por las explosiones en el frente de combate. A ello debe agregarse el notable y preciso trabajo posterior de edición que compagina en forma esplendorosa el material filmado. La batalla de Okinawa se transforma en un ballet siniestro donde miles de americanos y japoneses mueren sin el menor sentido del respeto por la vida, ni mucho menos pensando que semejante masacre terminaría años más tarde en una tragedia mayor cuando los Estados Unidos deciden dar por finalizada la guerra haciendo explotar dos bombas nucleares en Nagasaki e Hiroshima.

También es magnífica la música de John Debney, que induce un clima envolvente, una especie de ensoñación recurrente, muy de acuerdo con las hipnóticas escenas bélicas, como así también son destacables las actuaciones de Hugo Waving, Teresa Palmer, Vince Vaughn que acompañan a los protagonistas.


En síntesis, estamos ante una obra despareja de Mel Gibson, pero contundente en su mensaje que no es ni pacifista ni antibelicista, sino humanista, un pedido de respeto por el ser humano, y sus creencias. No obstante, el film peca  de cierta ingenuidad en su relato, pero logra imponer sus ideas más allá de las licencias que se toma para exponerlas volviendo increíbles algunas situaciones, especialmente las relacionadas con la disciplina militar, el manejo de las leyes militares y más tarde, el desarrollo del heroísmo del protagonista. Haciendo estas salvedades, el film es entretenido e interesante, aunque claramente, el nivel de violencia desarrollado no sea agradable para todos los gustos.

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