sábado, 7 de enero de 2017

RIVER de Abi Morgan





UN CUENTO DE DOS CIUDADES

Londres es una ciudad legendaria. Ha sido la capital de un imperio. Es uno de los centros financieros más importantes del mundo, una capital turística, y uno de los polos de atracción de inmigración más importantes del mundo. Es una capital cosmopolita. Conviven en ella personas de todas las razas y de todas las religiones. Es una de las ciudades más pobladas del mundo. El Brexit no triunfo en Londres.

John River, magníficamente interpretado por el sueco Stellan Skarsgard, no nació en Londres, como tampoco nacieron en Londres la mayoría de los personajes que pueblan “River” la miniserie en 6 capítulos escrita por Abi Morgan para Netflix. Es como si se tratara de una historia de inmigrantes, muchos de ellos, provenientes, incluso, de otros lugares de la propia Inglaterra o del Reino Unido. En River casi no veremos “londinenses”. Pero esos extranjeros no solo lo son por su lugar de nacimiento sino por ser extraños. Son seres solitarios a los que les cuesta perder sus identidades, tienen dificultades de adaptación, costumbres diferentes y les cuesta asimilarse a la población nativa.

River es un policía de investigación que está muy próximo a la jubilación. Conocemos muy poco de su vida y su pasado. Él también es otro solitario del cual no conocemos absolutamente nada. Dedica su vida a la investigación policial. La película lo muestra en un “ahora” permanente como si no tuviera ni pasado ni futuro, pero inteligentemente, Abi Morgan lo coloca frente a la psicóloga policial y River, con mucho esfuerzo, comienza a exorcizar sus fantasmas. El hombre se transforma en una especie de personaje  shakespeariano, siempre trabajando en el borde de la línea divisoria entre el bien y el mal, y rodeado de los fantasmas que pueblan su pasado. Acaba de perder a su compañera de trabajo, que ha sido asesinada cruelmente en medio de la calle. Siente culpa, su omnipotencia ha sido herida. Todo indica que algo más se ha roto en su vida. No obstante, tendrá que ocuparse del caso.

Lo que siguen son 6 episodios apasionantes donde River ira desenrollando no solo una trama complicada de crimen y corrupción sino también, tratando de deshacerse de sus propios fantasmas. En esos procesos no solo aparecerá la soledad y la incomunicación de las grandes ciudades, sino también la imposibilidad de amar, de un hombre herido desde su niñez,  que nunca ha podido superar. Las soledades que muestra “River” son viscerales, arrastradas de traumas familiares, e incluso de generación en generación desnudado secretos, complicadas historias personales y una larga serie de mentiras que finalmente saldrán a la luz provocando daños que van más allá de lo esperado, produciendo la tragedia.

Todos tienen un “esqueleto en el ropero” en esa Babel moderna donde la mayoría sólo  busca ganarse la vida acercándose peligrosamente a la soledad. En esa ciudad de pobres corazones, River lucha por una justicia que le es esquiva y complicada. A su alrededor, todos parecen estar implicados en algo y la soledad asoma como única compañera habitada por fantasmas de otros tiempos pero que se presentan, corporizan y dialogan con el Detective River como si estuvieran presentes todo el tiempo.

River va y viene por los diversos puentes que unen las dos costas de la ciudad como si fueran dos ciudades diferentes. Como si estuviera viniendo del mal hacia el bien y viceversa, mientras los trenes urbanos pasan una y otra vez, apareciendo y desapareciendo  en un túnel, entrando a un puente, corriendo por la costa para volver a perderse en la lejanía. Luces y sombras que iluminan y oscurecen la trama como se nos ilumina y oscurece la vida misma.


Este trabajo de Abi Morgan es realmente notable y nos reconcilia con lo mejor de la TV. Es osada y conservadora al mismo tiempo. Tiene un dominio absoluto sobre el material que maneja. Ya hace un tiempo que nos había maravillado con sus guiones para un par de películas: La extraordinaria “Shame” de Steve McQueen, un inglés que filmó la soledad en Nueva York como solo lo haría un extranjero, quitándole a la gran manzana todo su glamour y dejando solo la extrañeza de sueños y añoranzas. También fue suyo el muy buen guión de “La Dama de Hierro”, en la cual Merryl Streep personificaba a Margaret Thatcher. Allí Morgan no solo mostraba la soledad del poder sino también la soledad del envejecimiento. Ahora, en “River” la soledad vuelve al centro de la escena. No trata de explicarla, simplemente la muestra. River es un hombre que está solo y espera. No sabemos qué espera porque su auto exigencia lo lleva tan solo a cumplir con su trabajo, ello es, investigar crímenes. En ello pone todo su ahínco, y de ello emerge su vulnerabilidad y la absoluta soledad en que vive. No obstante, el final lo ilumina con una pequeña luz de esperanza señalando un futuro que podría ser algo más venturoso.

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