viernes, 24 de febrero de 2017

MANCHESTER FRENTE AL MAR de Kenneth Lonergan


LA PARALISIS DEL DOLOR Y EL RESPLANDOR DE LA ESPERANZA

Kenneth Lonergan, el autor y director de este film estupendo es un neoyorkino con una trayectoria de 15 años, mayormente desarrollada en el teatro, cuestión que se nota en la puntillosa escritura del guión de “Manchester…”, una magistral obra sobre la perdida y el sentido de la ausencia. No obstante, también tiene experiencia en el cine: Ha dirigido dos películas: “Puedes Contar Conmigo” y “Margaret”. No vi ninguna de las dos y temo que tampoco hayan sido estrenadas en Argentina.

Manchester no es la tan conocida ciudad inglesa sino un pueblito costero, muy cercano a Boston, en los Estados Unidos de América. Allí cerca, en North Shore, han residido toda la vida los dos hermanos Chandler. Ahora acaba de morir Joe, el hermano mayor, repentinamente de un ataque al corazón. Joe era papá de Patrick, un adolescente y toda su vida la había dedicado a una antigua lancha de pesca con la que salía todos los días al mar.

Película de estructura casi coral, describe la vida de los Chandler en ese pequeño intervalo que trascurre después de la muerte y que llamamos duelo.  Y digo “intervalo” como un espacio de tiempo indefinido, que puede ser más largo o más corto porque el duelo es muy personal y a cada persona le requiere un tiempo distinto.

A los Chandler, una familia grande de clase baja,  no les suceden grandes cosas sino más bien gozan y sufren los acontecimientos con que los sorprende la vida. Lee Chandler (Cassey Affleck), cuya actuación es tan buena como lo es la película, es el epicentro de la acción. Victima él mismo de una tragedia,  ha tratado de escapar y vive solo en un pueblo cercano donde realiza multiservicios de mantenimiento en varios edificios de departamentos cuando lo sorprende la muerte de su hermano. A Lee, que no ha terminado de madurar, le llegará la adultez de golpe. No tendrá otra opción que hacerse cargo de la situación, y sobre todo de su sobrino Patrick, un joven de 16 años que está en plena adolescencia.

El duelo de ambos será una etapa en común de crecimiento. La adolescencia de Patrick se está yendo y el sentimiento de culpa de Lee se irá aceptando. El film todo es una profunda reflexión sobre la vida, los sentimientos y el paso del tiempo. El amor por los padres, por los hermanos, por los hijos. El arraigamiento al lugar donde se nació, se creció y se vive la vida. El terrible dolor por las pérdidas. La necesidad de dar tiempo al duelo como como se le da tiempo a una herida que tarda en cicatrizar.

Es imposible permanecer impasible, indiferente frente a “Manchester frente al Mar”. El film toca las fibras más íntimas del ser humano y lo hace con honestidad, sin golpes bajos. Lejos está de ser una película depresiva. Al contrario, trata de la naturalidad de acontecimientos que irremediablemente, antes o después, nos pasan a todos en la vida y de los que nos tenemos que hacer cargo. En ese sentido, el film es constructivo porque tanto Lee como su sobrino Patrick, enfrentaran los sucesos y buscarán soluciones. Más allá del dolor, al asumir la realidad, los protagonistas estarán creciendo para poder superar otras etapas de sus vidas y los desafíos que cada una trae consigo.

Lo interesante del film es que el disparador del duelo no genera un ir para atrás en ningún aspecto. Acá no aparecen ni viejos rencores ni remordimientos. No es un film que desata los problemas del pasado y los trae hacia el presente con una carga de rencor, resentimiento o de odio. “Manchester” es todo lo contrario. Es un film que se sitúa frente a la perdida, ante la falta. No por casualidad, Lee trabaja como un servicentro, alguien que arregla todo tipo de roturas en el hogar. Esa condición de Lee es la que asume ante la pérdida de su hermano. Ante el vacío que deja Joe, Lee sabe que tiene que hacerse cargo. Es posible que ese vacío sea imposible de llenar, pero la cosa es aceptar que se debe vivir con ese vacío. En esa actitud positiva de Lee, como la actitud desafiante del futuro que manifiesta Patrick, hay un motor que moviliza decisiones. Una necesidad de seguir hacia adelante. Algo que en definitiva, despierta la esperanza.

Lonergan maneja su material con maestría. Deja la narración lineal de lado y utiliza varias veces el flashback de una manera casi imperceptible pero que claramente rompe la linealidad del relato para aportar información sobre el pasado de los personajes que determina parte de los comportamientos presentes de los mismos. Así mismo, subraya parte del relato con una música incidental de Handel y Albinoni en momentos claves del film, logrando una atmosfera inigualable para hacernos sentir la angustia, la tristeza, la emoción y el dolor de los momentos que están atravesando sus personajes.

El tema del film no es nuevo y ha sido tratado de diferentes maneras por otros films. En Último Tango en Paris, 1972, de Bernardo Bertolucci, era el sufrimiento de Paul (Marlon Brando) ante el suicidio de su esposa. En “Gente como Uno” (Ordinary People, 1980), la opera prima de Robert Redford, era el trauma de una familia ante la muerte accidental del hijo mayor. En “La Decisión de Sofía”, 1982 de Alan Pakula era la perdida de los hijos en un campo de concentración nazi la que causaba la tragedia irreparable. Cuesta trabajo encontrar en años más recientes films que traten de pérdida y dolor como temas centrales con la seriedad y la calidad con que lo hace “Manchester frente al Mar”.


Con este trabajo, Kenneth Lonergan, nacido hace 54 años en Nueva York, pasa a la consideración general de los grandes dramaturgos y excelentes directores del Este americano, y dada su relación con los hermanos Affleck y Matt Damon, se afianza la alianza con los cineastas de Boston por el bien del cine americano que prefieren mantener su prestigio poniendo siempre por delante un buen argumento por sobre la técnica o los efectos especiales.

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