sábado, 11 de febrero de 2017

NERUDA de Pablo Larraín





HAZ LO QUE YO DIGO PERO NO LO QUE YO HAGO

Interesante film sobre Pablo Neruda, el poeta y político chileno, senador por  partido comunista.  Aquí la faceta política ejerce una supremacía sobre la faceta artística.  Es como si la imagen del poeta se diluyera a través de las dos o tres poesías más conocidas de su repertorio que declama como caballito de batalla, para concentrase en la figura del político perseguido.

Lejos está esta película de ser una biografía del autor de “Veinte Poemas de Amor y Una Canción Desesperada”. Dado el tono onírico que Larraín elige para su film, la figura de un Neruda real se va desdibujando a medida que avanza el film para transformarse en el Neruda mito. Neruda aparece como el político de izquierda combativo, adicto a la confrontación y repitiendo con fuerza las consignas relativas a las injusticias sociales cometidas por la derecha chilena, pero a la vez con las muletillas de siempre, gastadas y obsoletas, lo cual genera más provocación que una acción u opción social para el cambio del estado de las cosas.

Así como el poeta repite una y otra vez sus gastados versos, el político repite de la misma manera sus huecos argumentos relacionados con la injusticia social en que vive su país. Pero lo más notable de todo es que él mismo, proveniente de una familia de clase media baja, se ha casado con una aristócrata argentina, pintora, con la cual vive absolutamente alejado de aquellos a quienes dice defender. Porque a Neruda le gusta la vida cara, descomprometida y bohemia. Las fiestas y los disfraces. El champagne y los buenos vinos. Y también las mujeres y porque no hasta algún travesti. Lejos de la disciplina, Neruda se lo permite todo.

Corre 1948. Ante el fortalecimiento de la derecha en el gobierno, Neruda acusa al Presidente chileno Gabriel Gonzalez Videla de haber dado información confidencial de carácter militar al Gobierno de los EEUU. En respuesta a ello, Videla ordena una querella por injurias y calumnias contra el senador, a quién se le inicia un proceso de desafuero. De esta manera, Neruda logra su objetivo de persecución política y convertirse en víctima del régimen chileno.

Las características oníricas del perseguidor Oscar Peluchonneau, que dice ser el hijo putativo del Director General de la Policía de Chile, son polifacéticas. Por un lado, asume el rol de narrador de la historia. Por otro, el de un detective que intenta personificar a alguno de los personajes de la novela policial cuya afición reconoce el poeta. Finalmente es un impostor que más que un perseguidor asume el rol de admirador de su presunto perseguido.

En esa dualidad de los personajes está la mayor riqueza e interés que presenta el film. En una de las principales escenas de la película, una fiesta en el Partido Comunista, una militante le pregunta al mismo Neruda si de ganar el comunismo en Chile, ella alguna vez podría alcanzar su nivel de vida. Él le contesta que no. Pero ese “no”, no refiere a una imposibilidad distributiva, sino a lo políticamente incorrecto. En esta escena, Neruda desnuda totalmente su cinismo. Pregona una forma de vida, pero vive de otra totalmente distinta. Habla de igualdad, pero vive licenciosamente.

De la misma manera, su persecución final lo hará emigrar de Chile. Su lugar en el mundo no será otro país latinoamericano. Será Francia, será Paris, donde vivirá holgadamente cerca de la intelectualidad y de artistas como Picasso que dicen ser o son sus amigos. La doble moral del poeta y político queda al desnudo. Mientras sus compañeros de ruta son perseguidos en Chile, él vive cómodamente su exilio en Paris.

Bien dirigida por Larraín, el film abusa del relator omnipresente que como anticipé es el mismo perseguidor Oscar Peluchonneau. De esta manera el film se vuelve literario y por momentos pierda consistencia y ritmo cinematográfico. No obstante, es justo destacar el nivel de la actuación y los rubros técnicos. Tanto Luis Gneco como Neruda, Gael Garcia Bernal como Peluchonneau,  Mercedes Morán como Delia Del Carril dan con justeza con los personajes que interpretan. Lo mismo podemos decir del acompañamiento musical de Federico Jusid, y de la extraordinaria fotografía de Sergio Amstrong, que con sus tonos claros, y su exceso de luz da con ese tono onírico que ha pretendido Larraín para retratar a su Neruda, el poeta del pueblo, el político que pregonaba una revolución comunista pero que gustaba vivir en la opulencia capitalista.

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