viernes, 31 de marzo de 2017

EL OTRO HERMANO de Israel Adrian Caetano


METAFORA SOBRE UN PAIS CORRUPTO Y DECADENTE

Pizza, Birra y Fazo, que realizó Israel Adrían Caetano con Juan José Stagnaro,  es considerada por gran parte de la crítica como un hito representativito de El Nuevo cine Argentino. Sin lugar a dudas, dicho film realizado en 1998, marca un antes y un después, donde nuestro cine sale a la calle, se desacartona y se libera de los estudios de filmación, contando la historia de un trio de amigos, dos varones y una joven embarazada que merodean las inmediaciones del Obelisco de Buenos Aires pidiendo limosnas y robando una que otra billetera, a vez que deja patentado un modelo de cine con grandes influencias del neorrealismo italiano pero también con la impronta de un cine moderno que da testimonio de una época precisa: el menemismo con su saldo de desocupación y miseria consecuencia de un modelo económico que ancló al dólar en una paridad fija, a la vez que desatendió  un déficit fiscal importante, una deuda externa demasiado cara, y una apertura de la economía que hizo perder competitividad a la industria nacional.

A partir de ese film, Caetano y Stagnaro se separan y comienzan a realizar películas cada uno por su propia cuenta. Caetano asombra con Bolivia (2001), siempre dentro de una línea de cine testimonial, y particularmente sobresale un año más tarde, en 2002, con su excepcional “Un Oso Rojo”, donde se adentra en el cine de género y particularmente en el policial negro. Más tarde, su filmografía se vuelve errática entre trabajos para el cine y la televisión, de las cuales en cine se destaca Francia (2009), y NK: El Documental (2013).

Ahora vuelve con un film que responde al policial negro.  “El Otro Hermano” es una metáfora sobre una Argentina corrupta, que a pesar de caer en las reiteraciones de cierto cine maniqueista donde el malo y corrupto de la película siempre debe ser un ex militar retirado, en este caso correspondiente a la fuerza aérea,  que sigue viviendo de los curros y de la gestoría relacionadas con la muerte y desaparición de personas. La diferencia es que las aludidas desapariciones son producto de secuestros actuales que dicho personaje mantiene vigente como modus vivendi, y que no responde a ningún fin político sino puramente económico y de carácter absolutamente personal.

Con un guión algo flojo y previsible de Nora Mazitelli, una mujer de gran experiencia en la televisión argentina, y del mismo Caetano, el film se basa libremente en la novela de Carlos Busqued “Bajo Este Sol Tremendo”, y se eleva por sobre el guión dada la enorme capacidad expresiva del director. Inspirado en el cine negro americano, y sobre todo en los extraordinarios planos del western italiano de los ´60, Caetano produce una narración ejemplar que atrapa y apasiona al espectador por su coherencia y ritmo narrativo. Nada está fuera de lugar en el trabajo de Caetano. Todo está contado a su tiempo y en el preciso momento. Consecuencia de ello, es tal vez su mejor film desde El Oso Rojo, y posiblemente, no llega a la altura de aquel trabajo dada la gran diferencia que hay en la actuación. Claramente Sbaraglia no es Julio Chavez.

No obstante ello, el film está muy bien actuado, sobre todo en los papeles de soporte: Angela Molina, Pablo Cedrón y Alian Devetac descuellan en sus roles respectivos. Pero es en la dupla principal donde está el déficit, principalmente en la actuación de Leonardo Sbaraglia, totalmente incontenido por Caetano, donde hace recordar la desmesura del Gian María Volonte interpretando al descontrolado Chuncho de “Yo Soy La Revolución” de Damino Damiani (1967). Sale mejor parado Daniel Hendler en su papel de Cetarti, el hijo del deudo, un tipo algo extraño y medio inocentón que llega al pueblo con el único objetivo de hacerse de unos pesos provenientes de un seguro y largarse a vivir otra vida en otro país. No es casual esa voluntad que querer mandarse a mudar.

Gran parábola sobre la corrupción, la ambición y la decadencia, este film de Gaetano tiene la virtud de transformarse en un fresco sobre la sociedad argentina. Un país donde el trabajo sigue escaseando, en el cual el vivo vive del sonso y el sonso de su pobre trabajo. Pero va más allá de eso, y generaliza sobre la criminalidad, sobre la pérdida de valores que alcanza también a la gente joven, sobre el poco o nulo valor de la vida, sobre la indiferencia hacia el otro, y de la absoluta normalidad con que el crimen convive con la legalidad. Incluso, al localizar la filmación en un ambiente rural y pueblerino, el film se adentra en la perdida de los valores más profundos donde solo se observan campos yermos, caminos poseados o casi destruidos, y un abandono generalizado que ahuyenta cualquier posibilidad de esperanza. Es el retrato de un país en ruinas.

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