A Stella G,
Quien siempre me ayuda a entender mejor el mundo de los autores
norteamericanos.
LA METAMORFOSIS
Y SU GRADUALIDAD
Emad Ethenasi y
su esposa Ranaa, una pareja joven sin hijos,
viven en Teherán en un departamento que debe ser evacuado porque graves
fallas estructurales comienzan a producir grietas en las paredes y el estallido
de vidrios y ventanas. Él es profesor de Literatura en una escuela secundaria y
por las noches trabaja como actor. Ensaya el papel de Willy Lohan en la puesta
en escena de “La Muerte de un Viajante” de Arthur Miller. Ranaa es ama de casa,
y también es actriz. Está junto a Emad en la misma obra, y hará el papel de
Linda, la esposa de Billy.
Emad es un muy
buen profesor. Estimula a sus alumnos con lecturas y preguntas llevándolos a
pensar y enseñándoles a cuestionar. Ahora están leyendo “La Vaca” de Gohlam
Saedi y un alumno le pregunta como un hombre puede convertirse en una vaca, y
Emad le contesta: “Gradualmente”. Esa gradualidad de Saedi parece estar
sumamente emparentada a la “Metamorfosis” de Franz Kafka, donde un comerciante
de telas se transforma en un insecto, donde pareciera ir desde la pérdida del
sentido de lo social hacia el individualismo y egoísmo en su estado más puro.
Ni el edificio
con fallas estructurales, ni el teatro de Arthur Miller ni la literatura de
Saedi son aspectos decorativos del film sino más bien tres aspectos
fundamentales que de manera metafórica utilizará el inteligente guión de
Farhadi para reflexionar sobre la realidad de su país, ello es Irán, un país
con un territorio inmenso donde viven 80 millones de personas que, a partir de
1979 con la huida del Sah Muhammad Reza Palevi y la instauración de una
república islámica con fuerte predominancia en lo religioso, se convirtió en un
bastión fuertemente hostil para Occidente en un enclave particularmente
estratégico de la producción petrolera. Las características más importantes de
esta conversión fueron una concentración enorme del poder en un grupo muy
reducido de personas de caracteres fundamentalistas, y sus consecuencias, una
disminución de las libertades individuales más básicas de sus habitantes.
Así como “La
Vaca” puede hacernos reflexionar sobre la gradualidad de cómo un hombre puede
convertirse en una bestia, de la misma manera puede interpretarse que las
graves fallas estructurales de un edificio
de departamentos pueden ser las grietas que comienza a manifestar un
régimen o de una sociedad que no ha logrado despegar a más de 40 años de una
revolución sangrienta que los ha aislado en gran medida del mundo. Y de la misma
manera encaja el mundo de Arthur Miller. “La Muerte de un Viajante”, que tal
vez sea la obra más paradigmática de toda su literatura, cuestiona fuertemente
el “modo de vida americano”, aquel que alude a la consecución de ciertos
valores como formar una familia, tener la casa propia, y dar educación a sus
hijos como metas fundamentales de la realización personal. Es en ese “viajante”
que Willy Lohan, su inmortal creación teatral, no pudiendo alcanzar los
objetivos del sueño americano, termina por corromperse y finalmente se suicida.
El proceso que
Emad desarrolla en la película de Farhadi es similar. En el comienzo, es un
hombre ejemplar. Buen marido, excelente profesor durante el día, talentoso
actor durante las noches de teatro, inicia un “gradual” proceso de metamorfosis
en su diario actuar producto de la falta de contención que le genera un medio
que le es directamente hostil.
Obviamente, al
promediar la película, ocurre un suceso que no vamos a mencionar que da
comienzo a los cambios en su accionar y sus convicciones comienzan
paulatinamente a trastrabillar, hasta encontrarnos en ese final en el que Emad,
gradualmente, se ha convertido en “vaca”, es decir en bestia, lejos del
excelente profesor y buen marido del principio. Es la metamorfosis del hombre
en masa. Aquella masa impersonal que permite a los gobiernos llevar de un lado
para el otro a todos aquellos que los siguen dando respaldo, tanto en forma
democrática como dictatorial, la oportunidad de perpetuarse a gobiernos desgastados sin ninguna
posibilidad de sustento electoral.
Asghar Farhadi es
un director iraní que tiene tan solo cuatro películas en su haber en las cuales
su denominador común es la opresión del individuo. “A Propósito de Elly”
(2009), rodada en el norte de Irán, en las playas del Mar Caspio, fue su ópera
prima donde encerraba a dos grupos familiares en una playa donde desaparece uno
de sus miembros. En 2011 filma “La Separación”, film cuyo título describe el
proceso de divorcio de una pareja casada bajo las estrictas leyes religiosas y
civiles impuestas por las costumbres iraníes. En 2013, en “El Pasado” narra una
melancólica historia de amor en Francia donde un marido abandona a su mujer
para volver a Irán, y después, arrepentido, regresar a Francia a buscarla. Ahora
vuelve con este gran film que acaba de ganar el Oscar al Mejor Film Extranjero
en Hollywood, y que está a la altura de aquel que lo hizo famoso.
En “El
Viajante” no solo es responsable de la dirección del film sino también de su
guión, un guión muy bien estructurado donde nada queda sujeto al azar sino que
todo tiene una relación exacta de causalidad y consecuencia. Pero Farhadi
brilla en la puesta en escena. La película es cinematográficamente
deslumbrante. La precisión de la puesta, la elección de la “Muerte de un
Viajante” como contrapunto entre la realidad que viven los protagonistas y la
ficción de los personajes de Miller, a tantos años, y miles de kilómetros de
distancia tanto física como cultural, pero tan cercanos en esa crisis
existencial que experimentan ahogados unos en un sueño de clase media
inalcanzable, y los otros, en su sueño de normalidad y libertad perdida.
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