El cine de Aronofsky siempre mostro un interés sobre la otra cara de la creación artística y el éxito en una sociedad consumista. Madre es una nueva reflexión sobre ese tema como antes lo habían sido El Luchador (2008) y Cisne Negro (2010).
Al comienzo, y dado el título de la película, pareciera que
el objetivo pasa por la necesidad su personaje principal (Jennifer Lawrence) en
convertirse en madre. Pero con el correr del metraje, el personaje que va
cobrando importancia es su marido (Javier Bardem), un escritor que pareciera
estar pasando un periodo de falta de inspiración literaria y le costara iniciar
su nueva obra.
En esta dualidad no resuelta (una mujer que desea ser madre
y no se embaraza y un escritor que desea escribir una novela pero no se
inspira), hay algo en común: la
parición. Pero el film apela a una resolución surrealista. Encierra a los personajes
protagónicos en una mansión victoriana en las afueras de una ciudad. En medio
de esa soledad, un extraño golpea la puerta y el escritor lo invita a quedarse.
¿Es acaso la aparición de su primer personaje? Luego aparecerán nuevos
personajes (la esposa del extraño y sus dos hijos). La trama parece tomar un
perfil bíblico. Más tarde, la casa se llenara de gente. En realidad, el film se
dispara a cualquier parte y pierde el rumbo. Los personajes centrales se
desdibujan y ya nada parece ser lo que el espectador cree que era. Película
engañosa cuyo desmerito es la pérdida de su objetivo. En síntesis: un paso en
falso de Aronofsky.
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