LA RUTINA DE LA VIDA Y LA BUSQUEDA DE LA FELICIDAD
Paterson se despierta regularmente a las 6 y cuarto de la
mañana, se levanta, desayuna, y se va a trabajar donde lo espera un viejo ómnibus
de línea, para comenzar su circuito diario en la propia estación terminal. Pero
esa rutina diaria que se continua en el circuito que día a día desanda el
personaje no es otra cosa que una síntesis de su vida misma, la que se completa
con sacar a pasear al perro, pasar a tomar una cerveza por el pub del barrio,
volver para la hora de la cena, e irse a dormir.
Jim Jarmusch, el autor integral de esta película, es un
director americano proveniente de la generación de los ´80, esa generación
apática que abandonó la rebeldía y el inconformismo de los ´70, y cuyos
protagonistas cinematográficos realizaban films minimalistas en el que sus
personajes deambulaban como derrotados, sin rumbo ni destino. En ese contexto
aparece Jarmusch haciéndose acreedor en 1984 de la Cámara de Oro del Festival
del Cine de Cannes, un premio otorgado a las óperas primas, es decir, aquellas
películas de directores debutantes. Su film es el recordado Extraños en el
Paraíso, y su cine, siempre ha estado lejos de ser el de un conformista.
Su obra, siempre regida por una coherencia y una poética muy
particular, se nutrió entre otros grandes films, con Una Noche en la Tierra
(1991); Ghost Dog (1999); Café y Cigarrillos (2003); y mi preferida: Flores
Rotas (2005), una obra coherente y esporádica donde fue dejando testimonio de
su particular visión del mundo.
Ahora nos llega Paterson, una obra de madurez intelectual y
exquisita exposición cinematográfica, donde describe un típico exponente americano
de clase media baja trabajadora, instruida, con sueños por cumplir. Nos
describe su rutina diaria, su forma de escribir y de transformar la realidad en
poesía, como así también los hábitos de sus diversos personajes.
Paterson hace todos los días lo mismo. Se despierta siempre
antes que su mujer, se viste, se desayuna y se va tranquilo caminando al
trabajo. Sube a sus bus, chequea que todo esté en forma, emprende su circuito
diario. Siempre los mismos pasajeros, los mismos niños que entran a la escuela,
los mismos ancianos que salen a hacer compras. Un día su bus sufre un
desperfecto. Paterson sigue el protocolo. No obstante, el teléfono del bus no
funciona porque el desperfecto está relacionado con la electricidad. Paterson
carece de celular. Pero alguien se lo presta y Paterson comunica el
desperfecto. La vida continúa sin inmutar a nadie.
Paterson es un canto a la vida. Nos narra el esfuerzo de una
pareja (un hombre y una mujer) por tratar de ser alguien en la vida. Paterson
encuentra ese camino en la poesía y en la lectura. Escribe lo que siente y lo
que le pasa. Y eso es suficiente. Vive en un pequeño mundo, en una pequeña
ciudad de poetas que no casualmente también se llama Paterson, en el Estado de
New Jersey, casi pegada a Nueva York. Lejos de ese mundanal ruido, Paterson y
Laura se esfuerzan por superar la rutina. Ella sueña con comprarse una guitarra
y hacer música folk. También cocina cupcakes que vende en una feria y paga
pequeños gustos que comparte con su esposo. Viven en un pequeño mundo pero
tienen la capacidad de soñar con un mundo mayor y mejor. Y en la descripción de
esa capacidad de aspirar a algo mejor, en el esfuerzo diario por lograrlo más
allá de toda rutina, es donde están los mayores aciertos de Jarmusch como
director. Logra que su film fluya espontáneamente.
El resto del mundo está representado en el pub del pueblo. Allí
es donde Paterson toma la cerveza diaria de cada tarde, donde su perro lo
espera sentado en la puerta, donde el cantinero juega su partida de ajedrez
contra sí mismo, y pierde, donde aparece la amante desesperada seguida por su
pretendiente despechado. En ello Jarmusch aprovecha para realizar una parodia
social distorsionando la vida real, poniéndola en escena en un pub donde las
soledades ahogan sus penas en alcohol. El bar le sirve al director para generar
el contraste entre unos que solo tiene un hábito y otros que solo buscan un
lugar donde ahogar sus penas. Sin lugar a dudas, un recurso inteligente.
Paterson está magníficamente actuada por Adam Driver (este
año los vimos también en Silencio de Martin Scorsese, en La Suerte de los Logan
de Steven Soderbergh, y en Los Meyerowitz de Noah Baumbach) y Golshifteh
Farahani (A Propósito de Ellie de Asghar Farhadi).
Lejos de ser una película conformista, Paterson es una
lección de inconformismo en el mejor sentido de la palabra. Es la búsqueda del
uno mismo, de la propia confianza, de buscar un camino de superación donde en
algún lugar estará sin duda la felicidad que cada uno desea lograr. Esa
felicidad aparece como algo posible, alcanzable toda vez que los protagonistas
sean coherentes con sus sueños y no se dejen llevar por las convencionalidades
de los medios. No resulta raro que en la casa de los Paterson se carezca de
televisor. Pero fundamentalmente Paterson nos dice que la felicidad no es lo
que uno tiene sino lo que uno es, y sobre todo, la capacidad de darlo a los
demás.
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