¿JUSTICIA
POR MANO PROPIA?
Estamos
ante la nueva película de Martin McDonaugh, el guionista y director inglés que
llamó la atención con Escondidos en Brujas en 2008, y Siete Psicópatas en 2012,
siempre acompañado por el dúo de productores que componen Peter Czermin y
Grahan Broadbent. En este caso, se trata de una producción independiente filmada
en los Estados Unidos con la participación de Fox Searchlight en la
distribución.
Three
Billboards Outside Ebbing, Missouri trata sobre un episodio ocurrido en un
pueblo de muy pocos habitantes en el centro mismo de los Estados Unidos, donde
reina la desidia, un estado de ánimo que solo muestra desgano, falta de interés
o descuido para hacer las cosas. La descripción de la situación, no obstante su
precisa localización geográfica, parece alcanzar difusión insospechable, a tal
punto que si la acción ocurriera en un pueblo de nuestro país, podríamos pensar
que la situación sería la misma.
En ese
ámbito que solo genera impotencia, estalla la violencia a través de la puesta
de tres carteles en la ruta por que piden respuestas a una madre cuya hija adolescente
ha sido violada y asesinada, cuyo crimen ha caído en la impunidad de la nada, y
que finalmente, a causa de los carteles, darán lugar al escándalo que permitirá
que la denuncia comience a moverse.
Es que en
medio de la desidia también anida la corrupción, el no te metas, el mirar para
otro lado, el que me importa si total a mí no me toca. Y lo peor es que la
policía del pueblo y los jueces del condado no son ajenos a ello.
Estallará
el escandalo porque detrás del no hacer nada crece la ira de una madre que ha
perdido a su hija. Ante el hecho irreparable, solo pide justicia. Es consciente
que nadie le devolverá a su hija, pero quiere saber quién o quiénes son los
culpables y que paguen por lo que han hecho. A falta de acción policial e
inacción de la justicia, prevalecerá, entonces, la justicia por mano propia.
Pareciera que solo en los extremos se despierta la conciencia social. En ese
momento, también estallará el escándalo.
Éste, una
vez desatado, traerá consigo los remordimientos de conciencia, el darse cuenta
que a cada uno desde su rol social le cabe una responsabilidad sobre la que
debe dar respuestas. Aparecerá también la culpa como motor movilizador de la
justicia. En el medio algunos justos pagarán por pecadores, y algunos pecadores
lograran la redención de sus pecados, pero ya nada podrá ser como era antes.
Nadie devolverá la vida a la joven muerta.
McDonaugh
dirige el film como mano firme y sin lugar a dudas consigue su mejor film tanto
como escritor como director. El guión está estupendamente escrito. En líneas
generales mantiene una linealidad con un solo salto hacia el pasado que está
perfectamente integrado al relato. Al transformarse en película, las imágenes
mantienen contundencia y logran expresarse por si mismas acompañadas por un
grupo de excelentes actores que dan vida y credibilidad a cada uno de sus
personajes. El director tensiona y distiende el relato volviéndolo compulsivo en
un crescendo que alcanza un pico en la escena del ataque de características
terrorista a la estación de policial local como si las razón solo se pudiera
imponer por la fuerza y la toma de conciencia solo fuera el resultado de esta
presión.
El film
asume un tono de farsa que parece desenvolverse en un mundo del revés donde la
situación que describe se transforma en una pesadilla dado que ante el crimen todo
parece seguir igual, como si nada hubiera pasado, como si investigación, juicio
y castigo no existieran en Ebbing, Missouri.
Tal vez
por la presencia de Frances McDormand, estupenda en el papel de Mildred Haynes,
un papel que seguramente le traerá más de una satisfacción, el film parece
imbuido dentro del espíritu burlón de los Hermanos Cohen. El film transita la
vía del absurdo y de la incoherencia de las acciones de sus personajes con la
misma facilidad que se transita en películas como Fargo, Sin Lugar para los
Débiles, Hermano, Dónde Estás?. O Quemar Después de Leer. No obstante ello, el
film de McDonaugh respira por sí mismo, tiene su personalidad, su propia
impronta.
Tres Carteles... es un film
molesto que incómoda nuestra neutralidad de meros espectadores, que nos
retrotrae a un mundo de injusticia en el que pagan justos por pecadores. A
pesar de ello, no plantea una cuestión religiosa sino una de índole social
donde los delincuentes que deben ser encontrados, apresados, llevados a juicio,
someterlos a un veredicto, y obligados a cumplir una sentencia, no aparecen
porque no se buscan. Estamos ante un film que muestra una sociedad injusta y carente
de igualdad.
El final, ambiguo como todo el
film, nos deja regurgitando lo visto. Mildred y Dixon (gran trabajo de Sam
Rockwell) viajan en auto hacia Idaho para seguir buscando al violador. Será para
matarlo o tan solo detenerlo. No tienen una decisión tomada. Está claro que han
tomado la justicia por su cuenta. Ha llegado la hora de hacer justicia por mano
propia?
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