LA PRENSA:
CUARTO PODER
En The
Post Steven Spielberg elige la comedia glamorosa para narrar un hecho real, de características
dramáticas, ocurrido en la década del 70 en su país, los Estados Unidos de América,
que dio a conocer una noticia que afectaba cuestiones de Estado que era
imposible ocultar a la opinión pública. Ese destape terminó volviéndose un
boomerang que se transformó en un ataque a la libertad de prensa por parte del
gobierno del presidente Nixon.
Los
avatares de la cuestión se observan desde el diario Washington Post que pasará
a ser protagonista casi absoluto de la revelación de los acontecimientos
narrados. Diario centenario fundado en 1877, después de atravesar distintas contingencias
durante más de 70 años, es dirigido por la familia Graham. En 1964 se suicida
Philip Graham, su director ejecutivo. Consecuencia de ello, su esposa Margaret
toma la dirección del diario, enfrentándose rápidamente a un gran dilema: el cierre
el diario, su venta, o su capitalización.
La
narración se inicia en esos difíciles momentos en que lo propietarios del
diario deciden seguir adelante y para ello necesitarán entrar en la bolsa de comercio
de Nueva York, concretar una emisión de acciones, recapitalizar la compañía,
cambiar el perfil del diario, y eventualmente, tener que despedir personal.
Todo ello estará a cargo de Margaret Graham justo en un mal momento de la
historia: El Presidente Nixon quiere profundizar la Guerra en Vietnam y tiene
gran parte del país en contra. Por otra parte, el New York Times está en su
mejor momento y mantiene una agresividad informativa contra el gobierno, lo
cual le da buenos réditos.
Spielberg
utiliza toda su experiencia cinematográfica decidiendo realizar una comedia
glamorosa sobre los márgenes del poder justo en un momento en el que el drama
de la guerra que vive el país comienza a mostrar sus estragos más adversos.
Para ello
convoca a dos grandes estrellas de Hollywood: Meryl Streep y Tom Hanks. La
primera asume el papel de Margaret, la directora del WP, y el segundo, el de Ben
Bradlee, su editor en jefe. Un hombre experimentado y con agallas que siempre
quiere ir al frente porque tiene claro que su función es informar.
De la mano de Spielberg, la Streep y Hanks se mueven
como peces en el agua. Es la primera vez que la señora trabaja con el maestro,
pero con Hanks es diferente: ya lo han hecho anteriormente en tres
oportunidades y todas con gran éxito: Salvando al Soldado Ryan, Atrápame Si
Puedes y Puente de Espías. La experiencia y la química entre ellos funcionan a
la perfección. Aquí no habrá ni rivalidad ni amorío para sostener la pelicula.
Ella será una mujer de libre pensamiento que ha sido criada para tomar
decisiones. Él será su espada, la cara editorial de una empresa periodística que
manejará a una veintena de escritores que revisaran archivos secretos a los que
transformarán en artículos de primera plana y en consecuencia, pondrán al
gobierno al borde del ridículo.
Los hechos son conocidos: El New York Times publica
primero. El Gobierno replica yendo a la Corte de Justicia. Se secuestra la
edición del diario. El Washington Post contrataca publicando su versión. La
Corte Suprema avala las publicaciones. Las primeras planas se suceden. Spielberg
lo logra otra vez. Relata un pedazo crucial de la historia americana del siglo
20 con total economía de medios y una rigurosidad histórica basada en hechos periodísticos
de los dos diarios liberales más importantes del mundo, y la platea entera
estalla en un cerrado aplauso cuando la palabra fin anuncia que Don Steven ya lo
ha dicho todo, de la mejor manera posible, nos ha brindado un conjunto de
actuaciones memorable, ha reconstruido una época con el esplendor y el glamour
de las altas esferas, ha entretenido contándonos una historia conocida pero
siempre apasionante, y ha dejado por sentado que la libertad de prensa
responsable es una de las patas de un trípode junto a la libertad de expresión y
la libertad de pensamiento que impide el atropello de los poderes de Estado.
No estamos frente a un film documental pero estamos
ante un film documentado. Al igual que en sus otras basadas en hechos reales: Múnich
(2005), Lincoln (2012), hay en el film una enorme libertad de expresión para
analizar y mostrar los acontecimientos ocurridos en aquellos días nefastos
donde la guerra generaba malas noticia a diario, y el Gobierno Americano se
deslizaba a través de una pendiente peligrosa en la cual se ponía en juego la
concordia social. Estamos ante un gran manifiesto que recalca la necesidad de
mantener la libertad de expresión como un cuarto poder que hace al equilibrio
de poderes. Spielberg lo hace a su manera. No es haciendo un gran discurso ni
un gran ensayo. No se mete con la literatura. Lo suyo es puro cine, imágenes en
movimiento que mediante actuación, fotografía, música y montaje recrea una
situación histórica de la mejor forma posible. Sencilla y eficaz.
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