lunes, 23 de abril de 2018

MADAME de Amanda Sthers


LAS DIFERENCIAS DE CLASE

Madame recupera parcialmente la comedia de enredos y equívocos que caracterizó al cine francés, cuyos exponentes más exitosos en los últimos años fueron El Placard (2001) de Francis Veber, 8 Mujeres (2002) y Potiche (2010), ambas de Francois Ozon, Los Infieles (2012) de Michel Hanavinacious, y Amigos Intocables (2012) de Oliver Nakache, que mereció una remake aquí en Argentina.

El infaltable enredo de comedia tiene lugar mientras se prepara una fiesta de alta sociedad. La señora de la casa observa que los invitados a su cena son 13. Para eludir el número de la mala suerte, decide hacer participar a una de sus mucamas de la cena, dando lugar a una serie de enredos bastante graciosos, especialmente matizados por la gran actuación de la española, asidua intérprete de las películas de Pedro Almodóvar, Rosy De Palma.

El film levanta vuelo rápidamente pero así de rápido también pierde su interés al caer en la mayoría de los lugares comunes que transita una comedia de este estilo. Lo que al principio pareciera ser una caustica comedia sobre la lucha de clases que tiende a convertirse en aguda sátira social, rápidamente se diluye cayendo en convencionalismos típicos de esa clase de films que intentan hacer una crítica costumbrista sin dejar de atravesar todos los lugares comunes de la comedia social. Lejos está de la comedia a la italiana, en la cual la crítica social era su aspecto mas importante.

No obstante ello, hay en el film un intento de aggiornamiento en lo que respecta a la descripción de las clases sociales. Los nuevos ricos ya no arrastran elementos de alcurnia. Aquí nadie posee apellidos ilustres ni son dueños de grandes porciones de tierra, y obviamente, carecen de todo tipo de tipo de nobleza. Los nuevos ricos son fundamentalmente gente que ha hecho dinero, mayoritariamente de la especulación, y de otras maneras no necesariamente legales como la corrupción.

Los cuatro personajes principales están magníficamente interpretados. Harvey Keitel, un gran actor americano es Bob Frederiks, el dueño de la casa y quien ofrece la fiesta. Él es un extranjero enamorado de París enriquecido en las actividades financieras que, así como lo han catapultado hacia éxito monetario, ahora lo están hundiendo en la bancarrota. Su mujer, Anne (Toni Collette), es una agente de relaciones públicas más ocupada en la diversión propia que en su trabajo. La almodovariana Rosy De Palma es la mucama de la casa que romperá la mala suerte del invitado número 13. Ella será una enigmática condesa española (literalmente se roba la película), y Michael Smiley, un inglés, merchant de arte que ha venido a valuar un cuadro de la casa cuyo destino es el de salvar la finanzas de su dueño. El amor rondará por la mesa. Nadie tiene dudas respecto de la falta de alcurnia de los patrones de la casa ni de sus invitados, como tampoco nadie confía en que la pintura a revisar sea genuina. ¡Señores, la comedia está servida!

Amanda Sthers, también responsable del guión, dirige la acción con sostenido ritmo basándose en dos aspectos: 1) estirar los equívocos hasta el final para poder mantener cierto suspenso sin que caigan las expectativas de lo que ha planteado. 2) Realizar una pintura social creíble dentro de los cánones de la comedia clásica en el marco de esta nueva sociedad liquida. Ninguno de los dos aspectos es logrado plenamente, no obstante ello, logra una comedia amable y pasatista que rápidamente pierde todo intento de transformarse en una pintura social pero que a su vez deja verse logrando que el espectador mantenga una sonrisa en los labios durante todo el relato.

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