viernes, 4 de mayo de 2018

LA DESAPARCION de Constantín Popescu


EL PESO DE LA CULPA

Con tres largometrajes realizados entre 2009 y 2010 y una dilatada carrera en la televisión de su país, llega por primera vez una película de este interesante director rumano a las pantallas de nuestro país.

Nadie puede negar la importancia del actual cine rumano. Su rigor formal, el interés que despiertan los temas que se tocan, los dilemas morales que suelen presentar, la profundidad de su tratamiento, la libertad de criterios, y sobre todo, la amplitud de sus propuestas siempre vistas desde un lugar particular en el mundo, la Rumania actual, la que salió de una fuerte dictadura socialista pero que nunca consiguió meterse de lleno en el mundo de la libertad que proponía la caída del muro.

Tudor (magníficamente interpretado por Bogdan Dumitrache) tiene una familia modelo, esposa y dos hijos pequeños, un niño y una niña, a los que suele llevar a jugar a un parque vecino a su casa. Un domingo, misteriosamente, su pequeña niña desaparece.

El film se concentra primero en el proceso búsqueda, y luego en el de culpa que comienza a sentir Tudor. Su hija ha desaparecido frente a sus propios ojos. No ha podido hacer nada para impedirlo. Denuncia el hecho inmediatamente ante la policía e inicia un seguimiento de lo ocurrido.

Frente a esta situación, ante la absoluta falta de respuestas, unos días después, sin tener noticias de la niña, su mujer Cristina, se marcha a la casa de sus padres con su otro hijo. Tudor queda solo y comienza a desarrollar un proceso de culpa.

La película se concentra en este proceso. Las actitudes individuales de la pareja han dado respuestas diferentes. La mujer parte y toma distancia. El marido se queda y comienza a asumir la culpa. El desmembramiento familiar se torna una realidad. La falta de contención, particularmente de Tudor, se hace realidad. El hombre esta solo frente al problema y carece de todo apoyo. Su mujer, prácticamente lo ha abandonado, la policía del barrio no le da respuestas de ningún tipo y la desaparición se transforma en un simple expediente más que sigue su curso.

Tudor comienza a investigar por su cuenta. Consigue fotos de los vecinos, merodea el parque con insistencia, trata de reconstruir los hechos con perseverancia hasta que la insoportabilidad del dolor comienza a sacarlo del equilibrio necesario para aceptar y soportar la perdida.

Lo interesante del planteamiento de Popescu es la forma en que describe como un ser perfectamente ubicado dentro de un determinado orden social, un hombre educado, decente, que tiene un trabajo, ve alterada su vida. De pronto, necesita tiempo y tranquilidad para encontrar a su hija. Pero comienza a perder el equilibrio. Se desespera y ante la falta de respuesta policial pierde contención y se encierra en sí mismo. Esto lo desconecta de lo social, lo deja a la intemperie a la par de percibir que, el Estado a través del ente policial, se muestra incapaz de resolver la desaparición de su hija. Es la perfecta metamorfosis de un ciudadano común que afectado por su suceso que no comprende, y carente de toda contención, reacciona y se transforma en una bestia.

La película parece preguntarse cuál es el rol, el papel del Estado dentro de esta nueva sociedad generada pos caída del muro. Hace sentir que una barrera burócrata e infranqueable separa la policía del resto de la sociedad. El accionar policial se circunscribe a una serie de protocolos que nunca alcanzan a generar una verdadera contención del damnificado. Entre el drama particular del protagonista y el drama social que representa una sociedad desprotegida el film parece preguntarse dónde está la diferencia ente la vieja dictadura y esta nueva sociedad que embandera la libertad de mercado. La diferencia parece no existir, como si los vicios de la vieja burocracia no hubieran sido superados por los cambios

Película visceral de Popescu que profundiza hasta las últimas consecuencias del drama. Su rigor formal es extraordinario. Contado siempre en primera persona, con notable utilización de largos planos secuenciales en los cuales el espectador no solamente ve a través de los ojos de Tudor, sino que también siente lo que su protagonista vive. En ese aspecto, Popescu se acerca mucho con La Desaparición a aquel extraordinario film de 2005 de Cristi Puiu que se llamó La Noche del Sr. Lazarescu. Tanto en una como en la otra, el hombre, siempre protagonista de la historia, queda en manos del destino que le depara la intervención del Estado, esa fría y alejada entidad de la cual todo esperamos y muy pocas veces recibimos.

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